7 ene 2023

Año Nuevo... ¿en familia?

 —¿Cómo vas a pasar la Nochevieja? —pregunta Luna mientras sigue enredando y desenredando los dedos entre los mechones de Alex.

Esta parpadea lentamente, como si acabase de despertarse.

—Aquí —contesta a los segundos. —A lo mejor se viene Félix a pasarla conmigo.

Luna hace un ruidito con la garganta como asintiendo.

—La gente le da más importancia a la Navidad, pero a mí me parece mejor el empezar el año con la gente que quieres. Y mi madre me ha preguntado que qué ibas a hacer —Luna habla como si su cerebro fuese a mil revoluciones por segundo y su boca quisiese alcanzarle. —En mi familia la nochevieja se celebra con mis abuelos por parte de madre y con los padres de Joel. Escuché a mi padre hablando con su madre sobre si iba a llevar a alguien así que es probable que lleve a Félix —Alex está segura que Luna nunca ha dado tantas vueltas ni explicaciones para decir algo. —A-a lo que iba. Que si quieres venir a cenar a mi casa en Nochevieja —cuando termina de hablar toma una bocanada grande. La última frase la ha dicho bajito, mezcla de la inseguridad y la falta de aire.

Alex se queda mirándola unos segundos con los ojos muy abiertos y luego se echa a reír tanto que casi se cae del sofá donde están tumbadas.

—Oh dioses, creo que nunca te había visto tan nerviosa.

Luna casi no entiende lo que dice porque no para de reírse para hablar ni para coger aire. Empieza a hacerle cosquillas con un puchero en los labios hasta que las risas no tienen sonido. Alex le coge las muñecas y las pone por encima de su cabeza. Cuando Luna se da cuenta de lo cerca que están sus labios no puede reprimir el impulso de lamérselos. No cree que se le vayan a pasar nunca las ganas de besarla.

—Si tus padres están de acuerdo por mi perfecto —y su sonrisa es tan dulce que la respuesta sarcástica se desliza de su cabeza y solo puede pensar en besarla. Y esta vez no se aguanta las ganas.

En cuanto Alex suelta sus muñecas, Luna lleva una mano a la nuca de la chica y la otra a la cintura. Tampoco puede evitar los dedos que se cuelan por debajo del jersey porque su piel es demasiado suave y necesita tocarla más que respirar.

Y es ese momento en el que suena un teléfono.

—Como sea Joel, lo mato. Parece que sabe cuándo es el mejor momento para interrumpir.

—No debe de ser porque es mi móvil —contesta Alex con una risa ahogada.

—Aleeex —Escuchan ambas en cuanto descuelga.

—Félix, cielo, ¿no había otro momento para llamar que cuando me estaba liando con mi novia?

La risa estruendosa del chico les dice que él también está pensando en todas las veces que su novio ha hecho eso sin querer.

—El caso, ¿qué vas a hacer en Nochevieja?

Alex nota como que su amigo quiere decir algo más pero no sabe si va a hablar demasiado o no.

—Luna me ha invitado a pasarla con ella y su familia.

El suspiro aliviado de Félix le dice que era eso justo lo que creía que iba a hablar de más.

—Y la has dicho que sí, ¿no? Porque realmente tengo ganas de pasar Nochevieja con Joel y con gente que no va a hacer como que me van las tías, y si dices que no vienes tengo la obligación moral de pasarla contigo y me van a dar demasiadas ganas de pegarte y muchos deseos de que te atragantes con los lacasitos.

Alex se mantiene unos segundos en silencio, que no hacen otra cosa que poner de los nervios a Félix hasta que empieza a reírse tanto que Luna tiene que volver a impedir que se caiga del sofá.

—Vas a pasarla conmigo pero no te preocupes que vas a poder darle el besito de Año Nuevo a tu novio —dice entre carcajadas.

—¿La has dicho que sí? ¡La has dicho que sí! ¡Ha dicho que sí! —le nota en la voz que se ha puesto a dar saltitos de la emoción. Esa última frase le da la sensación de que se lo ha dicho a otra persona y el sonido de beso que le llega segundos después le confirma que está con Joel. La ha debido de llamar en cuanto el chico se lo ha propuesto. —Chao —se despide Félix y cuelga antes de que Alex pueda contestar.

La chica se queda mirando unos segundos la pantalla del móvil y luego lo deja donde estaba encima de la mesita.

—¿Y que me pongo?

La sonrisa que le dedica Luna es suave pero brillante.

—Con lo que sea vas a estar preciosa.

—Ya pero no es a eso a lo que me refería. Quiero saber como de punta en blanco va tu familia.

—Cuando llegue a casa le pregunto a mi madre si se va a emocionar porque hay gente nueva o no y te mando una foto de lo que pensaba ponerme, ¿te vale?

Alex pone cara de pensarlo y antes de que pueda hacer la broma de negar con la cabeza, Luna la agarra de los mofletes con una mano y murmura un “ven aquí” que siempre significa besos y hace que se le olvide todo.


Cuando suena el timbre, Luna y Joel se miran nerviosos. Los únicos que faltan son sus parejas, porque el padre de Luna se ha llevado las llaves al bajar a tirar la basura, aunque le ven capaz de llamar al timbre solo por hacer la gracia.

Cuando abren la puerta y ven a Alex y a Félix no saben si soltar un suspiro de alivio porque ya están ahí o ponerse más nerviosos por lo guapos que van.

Luna se queda sin respiración un segundo al ver a su novia en ese vestido que puede jurar que es nuevo. Es negro y salpicado de puntitos dorados como si fuera el cielo nocturno, ajustado y con las mangas largas abullonadas a la altura de la muñeca y transparentes. Solo se acuerda de coger aire cuando la ve acercarse tanto que siente el frío del exterior en su cuerpo.

Los ojos de Alex viajan a sus labios y luego de vuelta a sus ojos y Luna contiene el impulso de lamérselos.

—¿Es a prueba de besos? —pregunta en un susurro.

—¿Qué te parece si lo comprobamos? —responde Luna con voz ahogada.


Joel ve por el rabillo del ojo a Alex echar los brazos al cuello de Luna y besarla como si no se hubiesen visto en meses. Delante suyo, Félix da un paso adelante con la cara más inocente que es capaz de poner. Está guapísimo con esa camisa gris perla que le abraza como una segunda piel y los pantalones de traje que parecen hechos a medida. Nota que lleva los ojos maquillados, lo que hace que parezcan aún más grandes y no pueda separar la vista.

—Ven aquí —dice alargando la mano hasta su nuca y tirando de Félix.

El chico se ríe pero en cuanto nota sus labios responde al beso con ganas.


El ruido del timbre saca a Luna de la ensoñación que es siempre besar a Alex. Al mirar hacia la puerta ve a su padre sonriendo y con la mano todavía en el timbre. En eso su madre asoma la cabeza por la puerta de la cocina para ver que pasa.

—Deja a los niños en paz, Paco —dice al ver la escena.

—Yo solo quería pasar, mujer.

—Ay, de verdad, ¿alguna vez has visto a los niños tan felices solo por ver a alguien? Venga chicos, pasad al salón, que no entre más frío.

—¿Podemos ayudar en algo? —pregunta Félix.

—Llegáis justo para empezar con los aperitivos —contesta el padre de Joel, que se acaba de asomar también por la puerta.

Cada uno coge de la mano a su pareja y les guían hasta el salón, donde están la madre y los abuelos de Joel, y la abuela y los tíos de Luna.

Tanto Alex como Félix se quedan helados un segundo, no esperando que hubiese tanta gente. Un apretón en la mano como recordatorio de que no están solos les hace reaccionar y empezar con las presentaciones.

—No pongas esa cara de susto, niño —le dice el abuelo de Joel a Félix. —A mi también me gustan los hombres, solo pasó que el amor de mi vida ha sido una mujer. ¿Cómo le dicen ahora a eso? ¿Bisesual?

—¿Y porque se entera antes mi novio que yo? —pregunta Joel con más indignación fingida que real.

Por su parte, Félix siente que podría llorar de alivio.

—Porque tú no lo necesitabas y tu novio sí —contesta el abuelo moviendo la mano como si no fuera importante.

Joel boquea como un pez, incapaz de encontrar las palabras necesarias para rebatirle. Al verle, Félix deja salir una risa ahogada por el nudo que siente en la garganta y a la vez llena de aire, como si pudiese respirar de verdad por primera vez.

La comida se siente tan normal para Félix y Alex que se mete de lleno en el terreno extraño. Adultos genuinamente interesados por cómo les va en la vida, preguntando por la cosas que no saben sin quitarle importancia ni imponer sus supuestos conocimientos, no haciendo de menos el no estar trabajando de lo que se ha estudiado, no poniendo en tela de juicio experiencias o realidades que no conocen o solo saben de ellas de rebote.

Se siente como algo a lo que podrían acostumbrarse, algo que no les importaría que dejase de ser ficción para convertirse en una realidad.

Antes de que se den cuenta el padre de Joel les está preguntando cómo toman las uvas y Luna está metiendo prisa a Joel para que descubra por qué la tele no se está conectando a Internet.

Cuando Alex duda, el hombre señala a Luna detrás de él y murmura:

—Ella lleva desde pequeñísima comiendo cualquier cosa excepto uvas y en los últimos años ha convencido a Joel en comerse doce lacasitos.

Alex siente como se le calienta la cara cuando dice que ella también lo hace así. A Félix le entra la risa al ver que los cuatro hacen lo mismo casi sin ponerse de acuerdo.

Las campanadas en casa de Alex con ellos dos solos, se podían definir como tranquilas en comparación con las que están viviendo ahora. Ninguno está gritando como tal pero todos están lo suficientemente emocionados como para hablar más alto de lo normal, y parece que tener la boca llena no es impedimento para ello. El resultado es que casi no escuchan a Ibai en la tele mientras cuenta.

Es cuando se terminan la última uva que de verdad estallan en gritos y vítores. Ni siquiera terminan de tragar lo que tienen en la boca cuando empiezan a darse abrazos y besos entre todos. Alex y Félix se quedan un poco apartados, no demasiado acostumbrados a tal despliegue de afecto. Hasta que llegan sus parejas a darles un beso que les deja sin respiración y después la madre de Luna gritando un “¡Me faltan mis nuevos niños!” y entonces llegan todos los demás.

Se acuestan unas horas más tarde, después de haber estado jugando a un par de juegos de mesa y otros tantos juegos de cartas. Ya en la cama, Alex es incapaz de dormir. Una parte de ella está cansada porque ha sido un día largo. La otra parte no quiere cerrar los ojos porque eso significa que este día tan fantástico habrá terminado.

—Alex, —murmura Luna medio dormida —puede que se hayan ido todos pero mañana Félix, Joel y sus padres van a volver para desayunar y van a traer churros y chocolate caliente.

Alex se abraza todavía más a ella y esconde la cara en el hueco del cuello. Luna escucha unos sollozos quedos que la despiertan de golpe, alarmada.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?

—Ah —Alex sorbe por la nariz—, si, estoy bien, es que me han gustado mucho tus navidades. Nunca había tenido una Nochevieja así. Y por una parte me muero de envidia de que tu las hayas tenido pero por otra me alegro mucho por lo mismo. Y estoy muy feliz de poder haberlas vivido y que además haya sido a tu lado. Y ojalá poder repetirlas por el resto de nuestra vida. Y lo de los churros con chocolate es también un poco de tradición entre Félix y yo, los años anteriores que salíamos de fiesta y antes de volver a casa de madrugada pasábamos por una churrería para desayunar. Te quiero mucho.

—Yo a ti también —murmura Luna más tranquila. —Y me alegro mucho de que te lo hayas pasado tan bien y de que quieras repetirlo. A mi también me gustaría repetirlo todos los años que sean posibles.

Cuando termina de hablar, abre los ojos y ve a Alex mirándola como si fuese la diosa que cuelga las estrellas por la noche. La respiración se le queda atascada en la garganta y la única forma que se le ocurre para conseguir oxígeno es cogerlo de los labios de Alex. Y eso es lo que hace.

Y puede ser solamente su sensación pero le parece que ese beso es el que mejor sabe de todos los que ha dado. Empezar el año a su lado ha sido la mejor idea que le ha podido proponer su madre.