—Lo menos que puedes hacer después de hacerme quedar contigo después del trabajo es invitarme a un brownie —comenta Luna, sonando forzadamente casual a propósito.
—Tienes un morro que te lo pisas —se ríe Joel revolviendo los rizos de Luna. —¿Vamos entonces a esa cafetería que tanto te gusta?
—Porfi —Luna le mira poniéndole ojitos y Joel vuelve a reír, la abraza por los hombros y deja un beso en su coronilla.
—Cuenta —suelta Luna en cuanto están sentados esperando lo que han pedido. Apoya la barbilla sobre sus dedos entrelazados, prestándole su completa atención a Joel.
Este se sonroja al tener los ojos inquisidores de Luna dispuestos a captar hasta el más mínimo gesto sobre su rostro. Joel se tapa la boca con una mano, intentando que su sonrisa no sea demasiado obvia. No lo consigue porque llega a sus ojos, que se entrecierran de una forma que a Luna le encanta. La muchacha alza una ceja, instándolo a hablar sin palabras. El sábado la había llamado solo para que no ignorase sus mensajes, y el domingo no habían podido quedar ninguno de los dos. Y aun así, Joel se hacía de rogar para contarle algo que era demasiado obvio que no se iba a poder aguantar mucho más.
—¿Te acuerdas del chico con el que tengo un crush importante? —comienza.
—Cariño mío —le corta Luna con un tono demasiado sarcástico—, lo que tú tienes con ese chico hace tiempo que dejó de ser un crush.
Joel hace un gesto con la mano como quitándole importancia al asunto.
—Era un crush cuando le conociste en la cafetería de la uni en primero de carrera, no ahora después de tres años suspirando por él.
Se tapa todavía más la cara con la mano y baja la cabeza, pero alza los ojos para mirarla entre los mechones lacios de su flequillo. El brillo de sus ojos parece bailar entre la euforia que le produce lo que todavía no cuenta y la vergüenza de ver sus sentimientos tan desnudos.
Joel inspira profundo, llenando sus pulmones, y exhala lento, como tratando de calmar un corazón que va a mil por hora. Intenta controlar la sonrisa pero falla en cuanto piensa en soltar la noticia.
Alex está apoyada en la pared, mirando el móvil. Félix ya le ha dicho que llega tarde, un poco raro en él. Le salta un mensaje de su amigo diciendo que ya está cerca, y entonces da por terminado su paseo por Twitter. Estaban empezando a ser muy pesados con una gripe que había cerrado una ciudad de China. A los segundos de guardar el móvil en el bolsillo aparece Félix corriendo. Alex se incorpora y en seguida tiene los brazos del muchacho alrededor suya. Esconde la cara en la bufanda de su amiga y chilla bajito, ejerciendo todo su autocontrol en no hacerlo más alto. Entre gritito y gritito se le escapan pequeñas carcajadas de pura felicidad e incredulidad. Alex le devuelve el abrazo con fuerza, sonriendo ampliamente. Se cuelgan el uno del brazo de la otra y se encaminan hacia el súper donde, siempre que quedan, van a por unas pipas o unas patatas. Llegan a su parque de siempre y eligen el banco que parece reservado para ellos. Alex se gira completamente hacia él, sentándose con una pierna cruzada sobre el banco. Félix se coloca de frente a ella, tapándose la cara con las manos y soltando risitas nerviosas.
—Es que… Oh dioses, todavía no me lo creo… ¿De verdad que no estoy soñando? Quiero decir, perfectamente podría ser un sueño mío… —empieza a desvariar.
—¿Y si me lo cuentas no se hace más real? —pregunta Alex con voz sugerente.
—¿Pero y si justo me despierto cuando voy a contártelo? Dios, me pasaría el resto de mi vida llorando —ese es el momento en el que Alex intuye algo de lo que está pasando. O más bien quién está involucrado.
—Es Él, ¿verdad? —dice con vehemencia —Es algo gordo que tiene que ver con Él.
A Félix le brillan los ojos cuando le menciona. Alex no necesita ni confirmación verbal. Solo por la reacción de su amigo sabe que el chico que le gusta desde hace casi tres años está más que involucrado. La chica puede sentir su felicidad como propia y esta se mezcla con la alegría de que su mejor amigo esté tan jodidamente contento. Le coge de las manos y las sujeta para que no se vuelva a tapar la cara con ellas. Le mira directo a los ojos con una sonrisa ansiosa.
—Cuéntame, ¿qué ha pasado? Quiero escucharte.
Félix se pone totalmente colorado, como le lleva pasando desde la ESO. Siempre le ha parecido tan cuqui como un tomatito cherry. Al ignorar su sonrojo, este se baja un poco y ya no parece brillar como una luciérnaga. Aprendió muy rápido que esa era la mejor forma de que a Félix se le pasaran los nervios y no se le sobrecargarse la neurona. El ya sabía el tono que adquiría su rostro y aunque se mencionara no se podía cambiar en menos de cinco segundos. Era absurdo sacarlo de los pensamientos.
Pocas veces Félix ha estado tan emocionado, cuando le contó de su primer amor, cuando le aceptaron en la uni, y Alex sabe perfectamente cuándo volverá a contarle las cosas con ese tono de voz. Cuando apruebe las oposiciones, cuando le contraten para trabajar de profesor. A Alex le encanta verle así. Aceptará a ese chico si hace que su mejor amigo se vea así todos los días.
Inspira hondo e intenta ponerse serio, pero la sonrisita boba no se borra de su cara.
—Vale… Ya has adivinado que todo esto gira a su alrededor —suelta una risita que Alex sabe interpretar. ¿Cuándo mis nervios no han girado a su alrededor? —El caso… Hace un par de días me hizo una propuesta —la voz de Félix, que se había mantenido dentro de los estándares más bien amplios de la calma, vuelve a emocionarse.
—Me acuerdo de ese día, sí —gruñe Alex apartando la mirada un segundo.
Félix alza una ceja, un mudo “luego me cuentas” que no admite un no por respuesta. Alex vuelve a mirarle a los ojos y da un pequeño asentimiento con la cabeza.
—Continúa —dice después.
—Al principio creía que era una alucinación o algo similar. Y, sinceramente, respondí antes siquiera de entender del todo lo que estaba pidiendo —Félix suelta una risita incrédula. Luego se pone todo lo serio que puede, aún incapaz de borrar la sonrisa.
El chico se mantiene en silencio unos largos segundos, haciendo crecer la expectación de Alex.
—Me propuso vivir juntos, compartir piso.
Los ojos de Alex se abren como platos y sus labios forman una perfecta “O”, a la velocidad que va calando la noticia en su cabeza.
Salta sobre él y le abraza con todas sus fuerzas.
—Mi bebé —frota su cara contra la sien del otro, que se ríe y la sujeta de la cintura para que no se vayan los dos al suelo. —Mi bebé se me hace mayor.
—Dios, es que me acuerdo y fue súper cutre —se queja tapándose toda la cara con las manos.
A Luna le empieza a entrar la risa floja. Puede imaginarse la situación, hace demasiado que conoce a Joel.
—Deja de dar vueltas y cuéntamelo ya, me estás poniendo de los nervios.
Joel levanta la cabeza y le lanza una sonrisa burlona a Luna. Lo está haciendo completamente aposta.
—Estábamos cenando en el McDonalds porque había salido súper tarde de la uni y él me había esperado y le dije así de golpe que si quería vivir conmigo. Casi se atraganta —se le escapa una risita —, pero me contestó enseguida.
La sonrisita enamorada de Joel continúa por él.
—Te ha dicho que sí.
Joel se pone rojísimo y Luna empieza a reírse a carcajadas. Joel se pone muy nervioso y casi tira la taza.
—¿Y cómo vas a sobrevivir a vivir en la misma casa que él? —pregunta Luna con una sonrisa de medio lado que dice que lo ha hecho con toda la idea de meterse con él.
—Supongo, espero, que me acostumbre a su presencia lo suficiente como para que no me de algo cada vez que le vea pasearse por ahí.
Luna se relame los labios y sonríe de una forma que hace que Joel se ponga ligeramente en guardia. Sabe que en cuanto tenga la oportunidad, va a sacar el comentario más afilado que se le ocurra para picarle y que se ponga colorado.
—Imagínate, le verás recién salido de la ducha, o medio dormido en el sofá cuando sea muy tarde.
Ahí está. Aún cuando lo estaba esperando, no ha sido capaz de pararlo en cuanto su cabeza ha decidido pensar en ello. Frunce los labios, no queriendo fantasear demasiado.
—Recién despierto, con el pelo todo revuelto, levantándose la camiseta inconscientemente para rascarse el estómago —susurra Luna con cara de duendecillo.
—Para, por favor —Joel la mira con ojos suplicantes, rojo hasta las orejas.
Luna le mira con los ojos brillantes y una sonrisa pilla que le dan un aire de diablillo.
—Parece que lo único que piensas es en sexo —se queja Joel.
—Sabes que no —ríe Luna. —Es más en cómo meterme contigo y hacer que pongas esa cara. Y haciéndote imaginar según que cosas es demasiado fácil. Si quieres echarle la culpa a alguien, echasela a tu exuberante imaginación —termina con una sonrisa de medio lado.
Félix frunce los labios.
—Sobrevivir —resopla con una risa. —Matándome a pajas —vocaliza con sorna.
—Félix —reclama Alex fingiendo exageradamente estar escandalizada.
Él se echa a reír.
—¿Y tú cómo llevas lo de tener a tu amiga todos los fines de semana en tu casa? Las dos solas —le devuelve la pelota con una media sonrisa.
Alex tartamudea un par de segundos y se le colorean las mejillas.
—E-eso no… ¡No estábamos hablando de eso! Esto va sobre ti ahora mismo.
Félix vuelve a reírse a carcajadas rodeándose el estómago con ambos brazos. Alex le frunce el ceño y le saca la lengua.
—En fin —dice mirándole de reojo—, sabes que si tienes cualquier problema o se te hace demasiado difícil convivir con él por cualquier motivo tienes mi casa.
—Pero entonces no podrás llevar a tu amiga —vuelve a decir la palabra con retintín.
—Claro que puedo. No la invito para acostarme con ella ni nada de eso. Es mi amiga —enfatiza la palabra amiga.
—Puedes acostarte con tu amiga —Félix tiene toda la cara de estar pasándoselo pipa.
—¿Tú lo harías?
—Nop, no me acostaría con una amigA —dice haciendo hincapié en la “a”.
Alex alza los ojos, exasperada. Siempre hace lo mismo cuando no quiere contestar.
—Eres igual que yo, solo te acostarías con una pareja —reclama.
La sonrisa de Félix se extiende por sus labios lentamente. Le divierte ponerla nerviosa así porque es tremendamente difícil. Cada pequeña victoria la saborea con satisfacción.
—Corramos un tupido velo —zanja el tema Alex fulminándolo con la mirada.
Félix deja ese tema de lado y se pone todo lo serio que puede en un momento así.
—Sobreviviré. Solo se me caerá la baba como veinte mil veces al día. Más o menos una por cada vez que le vea.
—Entonces lo de pasar la fregona va a ser cosa de todos los días —se burla Alex.
—Es que, yo que sé, imagínate que se pone a preparar el desayuno, así, solo con la camiseta del pijama y la ropa interior, recién despierto —hace el gesto de limpiarse la boca.
—Sería muy tierno —comenta Alex con cara de total indiferencia.
—Y jodidamente sexy —insiste Félix. —Dioses, imagina que es la chica esa que te trae loca —continua al ver que todavía sigue fingiendo indiferencia. —Jodidamente sexy —vuelve a insistir.
Alex suelta una carcajada y se niega a imaginarse una escena que ya ha vivido a medias varias veces.
—No te pega para nada la cara que tienes de niño bueno con lo que dices —ríe Alex.
—¿Yo? —pone cara de inocente, luego la cambia, relamiéndose los labios —pero es lo mejor, las sorpresas que se llevan… A la mayoría eso les sube el calentón. Y el polvo pueff…
Alex le tapa la boca con ambas manos, por si acaso. Ya ha habido veces que ha soltado severas burradas en cafeterías o restaurantes.
—Te recuerdo, Félix, mi vida… que estamos en un parque, que hay niños pequeños —dice con lentitud, como si le estuviera hablando a un bebé.
Siente que Félix sonríe contra su palma y un escalofrío la recorre la espalda. Antes de que pueda apartar las manos, Félix ha sacado la lengua y la ha chupado toda la palma.
—¡Félix! —chilla asqueada pero riéndose.
Se lanza contra él y consigue limpiarse la mano en el abrigo de su amigo antes de que pueda cogerla de las muñecas e inmovilizarla. El chico se ríe y le lanza un besito con todo su sarcasmo.
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