—Alex —la llama Félix, —vas a acabar haciendo un agujero en el suelo como sigas dando vueltas por el salón.
—Es tu culpa, te lo recuerdo.
—Sí, sí, ya te he dicho muchas veces que lo siento. Ya se me había subido un poco el alcohol, sabes que no fue aposta.
Alex se deja caer al suelo y se tira sobre la mesita que tiene enfrente. Suelta un gran suspiro, que hace que Félix levante los ojos del móvil y la mire con una ceja alzada.
—Que yo entiendo que vosotros dos estéis muy felices y muy amorosos y muy bien todo pero necesito un poco de comprensión por aquí, que llevo tres días sin hablar con Luna, que me va a dar algo. Que ya noto el síndrome de abstinencia —dramatiza rodando por la mesa. —Y encima después de besarla por primera vez. Me has dejado la miel en los labios. ¿Por qué narices tuviste que hacer ninguna broma? Se habría quedado todo muy jiji jaja si te hubieras quedado en que yo también quería liarme y estar toda pegajosa con alguien, no hacía falta que dijeras su…
—¿Y por qué no la llamas?
—¿Qué? —Alex parpadea como si la hubieran arrancado de un lugar para soltarla de golpe ahí.
—Dices que hace tres días que no hablas con ella. Llámala. A lo mejor está esperando a que la llames. O que la hables, me da igual. ¿No eres tú la que casi siempre abre conversación?
Alex se queda muda unos segundos. Le da pánico hablarla ahora y, desgraciadamente, cuanto más tiempo pasa más miedo le entra. Entre el alcohol que había bebido, el beso con el que se había emborrachado y el shock de después, no recuerda la cara que puso Luna al escuchar de los labios de Félix que era a ella a quien quería besar. Tampoco quiere siquiera tratar de imaginar a que conclusiones pudo haber llegado.
—Tengo que irme a trabajar —murmura Alex y se levanta para huir de lo que pueda decir su amigo.
Félix suspira y bloquea el móvil.
—No puedes huir siempre —grita. —En fin —continua mientras recoge sus cosas—, que yo mañana tengo clase y tengo que hacer unos trabajos. Ya me irás poniendo al día —se despide.
—Buenas tardes —saluda Luna en cuanto entra en el vestuario. —Hola —saluda a Alex en específico cuando se detiene a su lado y abre su taquilla.
—H-hola —tartamudea su amiga.
La observa por el rabillo del ojo, tratando de decidir si está como siempre o su actitud es diferente de algún modo. Se siente tan nerviosa que no consigue leer nada en su rostro, y eso la pone todavía más de los nervios. Luna se despide con un asentimiento de cabeza y sale del vestuario. Alex se deja caer en cuclillas suspirando. Se observa las manos. Hacía tiempo que no temblaban tanto por alguien. Exhala un aire que no sabía que estaba reteniendo y se pone en pie, notando sus hombros y toda su espalda como si estuviera sosteniendo el cielo entero.
—Dame un respiro, por todos los dioses —murmura mientras se cambia los pantalones.
Afortunadamente, para colocar las cosas no necesita estar al cien por ciento de su concentración.
Luna casi se choca con la pared en su huida. No es capaz de mirar a su amiga sin pensar en el beso que compartieron esa noche, y no puede pensar en ella sin querer volver a repetirlo. Incluso la han llamado la atención, tanto sus padres como sus profesores y su jefe, por estar con la cabeza en las nubes. Ha tenido que corregir ya demasiadas veces los trabajos de clase, y todo por unos labios a los que lo más probable es que no vuelva a probar.
Afortunadamente, piensan las dos, no vuelven a cruzarse en todo el turno. Pero Alex vuelve la cabeza cada vez que ve unos rizos oscuros como los de Luna, y Luna se distrae cada vez que le parece oler la suave colonia de Alex.
—Luna —la llama una compañera que empezó al mismo tiempo.
Cuando ve que no contesta, chasquea los dedos delante de su cara. La aludida parpadea, como saliendo de un trance.
—Estos últimos días estás que no estás.
—Sí, bueno, pasaron cosas.
—Oooo, ¿con quién? ¿Con la persona esa que decías que te gustaba?
—¿Qué? ¡No! ¿Yo no he dicho que me gustase nadie?
La chica la mira y alza una ceja, con una cara que dice que no se cree ni una palabra.
—Vale, no te gusta nadie. ¿Qué ha pasado?
—Beso —murmura poniéndose colorada.
—¿¡Te has besado con la chica que te gusta!? —exclama emocionada.
Luna no es capaz de negar nada por la sorpresa.
—¿Cómo…? ¿Cuándo…?
—Luna, que no soy tonta, aunque no lo parezca me fijo en las cosas. Y una de las más obvias es que llevas una chapita en una mochila con la bandera bi. Y habría que estar muy ciega para no darse cuenta de la diferencia de trato hacia cierta compañera —le da un codazo suave y la dedica una sonrisa de medio lado.
Si antes ya tenía la cara roja, ahora parece que brilla.
—Estuvimos jugando a verdad o reto con unos amigos y su mejor amigo me hizo besarla. Y no soy capaz de quitármelo de la cabeza.
—¿Y no has pensado que haya una razón detrás de ese reto?
Luna suelta un suspiro y a la chica le da la sensación de que se encoge y se hace más pequeña.
—Veo que sí que lo has pensado bastante. No te quemes tanto —continúa dándola un par de golpecitos en la espalda—, lo que tenga que pasar pasará. Y si no… también puedes ir tú a por ella.
—Sí, bueno… —zanja la conversación Luna.
—Ánimo —contesta su compañera mientras se va a atender a un señor. —Por cierto —vuelve cuando termina de ayudar al hombre, —¿vas a ir a la mani el día 8? Espero que nos veamos —se emociona cuando Luna asiente.
Alex no se puede creer lo torpe que ha estado esta mañana. Nada de los currados maquillajes de ojos que suele llevar, ni siquiera ha sido capaz de hacerse la raya como quería. Afortunadamente el primer pintalabios que cogió por la mañana era un color suave y no se nota que el perfilado no le ha salido como siempre. Después, casi llega tarde a currar. Quiere echarle la culpa a Félix pero sabe que es precisamente gracias a él que no le han llamado la atención. Y ahora, se está equivocando constantemente con la colocación de los productos. Suspira, no creyéndose su mala suerte cuando ve a uno de los jefes de sección por el rabillo del ojo. Uno de los novatos de medio tiempo le distrae preguntándole algo y Alex aprovecha para recolocar todo lo que había hecho mal.
“Está bien, necesito lavarme la cara”, piensa antes de recordar que justamente el maquillaje de hoy no es a prueba de agua.
Chasquea la lengua y trata de que nada más se refleje en su rostro. Avisa a uno de sus compañeros y se dirige al baño rezando por que no la pare nadie.
Cierra la puerta y se apoya en ella exhalando el aire que había retenido en su carrera. Se acerca a los lavabos y se moja las manos y la nuca. Con un poco de desesperación se pasa las manos húmedas por el pelo cuando lo otro no surte efecto. Se seca las manos en el pantalón y vuelve a la puerta. Cuando intenta abrirla se da cuenta de que está atrancada.
—Arg, joder, ¿es que no puedo hacer nada bien hoy? —se queja dándole una patada a la puerta, totalmente frustrada.
Se gira con el corazón en la boca cuando escucha la puerta de uno de los cubículos cerrarse.
—Hey —consigue balbucear cuando ve a Luna parada. —Se ha quedado atrancada —comenta cuando ella no dice nada.
Se aleja unos pasos de la puerta, los mismos que Luna trastabillea hacia atrás.
—No te acerques más, por favor —murmura Luna.
Alex se queda helada, no sabiendo cómo continuar, ni porque dice eso.
—Oye… Esto… Félix no quería decir nada extraño con lo de la fiesta. Seguramente tenía demasiado alcohol en las venas y por eso no pensó antes de hablar.
Las palabras de Alex arden cuando las procesa. Prefería quedarse con sus teorías, montándose una peor cada día que pasaba, a tener la confirmación de una de las peores de los labios mismos de la aludida.
—Está bien —vuelve a murmurar, —seguramente lo dijo porque yo era la única chica ahí.
Hacía mucho tiempo que no le pasaba que le costase tanto hablar. Casi se había olvidado de esa sensación asfixiante, como si las palabras tuviesen pinchos y se aferrasen a la garganta. De tragar y sentir como si tuviese papel de lija en vez de suaves y húmedas entrañas.
—Sí, puede ser —asiente Alex con una mueca.
No le gusta cuando Luna hace ese tipo de comentarios, pero en ese preciso momento no tiene la cabeza para rebatir nada. Hace unos momentos que ha empezado a sentir como si le palpitase detrás del ojo derecho, y eso siempre es malo. Vuelve a dar un par de pasos hacia su amiga. Luna hace una mueca de dolor y se le llenan los ojos de lágrimas, aunque no acaba por salir ninguna. Vocaliza un “por favor” que vuelve a dejar a Alex en el sitio justo antes de que una compañera intente abrir la puerta. Al segundo intento lo consigue y Alex no tarda ni medio segundo en huir de ahí. Luna corre a mojarse la cara, para que al menos, si alguna lágrima traicionera sale, no se note.
Tenía muy asumido que nadie la iba a llamar la atención y lo había aceptado bastante bien. Incluso tenía la coña con Joel de que si no encontraban a nadie, con X edad se casarían entre ellos.
Hasta ella. Ella, que se había metido en su cabeza incluso antes de darse cuenta. Ella, a la que había querido besar incluso antes de ser consciente de que se había enamorado. Ella, que se había metido en su piel cuando nadie más la había rozado siquiera.
No es de extrañar que estuviese a punto de temblar de miedo. Siempre le había aterrado el cambio, ahora no es distinto. Pensándolo racionalmente, poco asustada está para el cambio que es.
Alex se da otro paseo por el salón mientras vuelve a llamar a Joel. A la quinta va la vencida y el chico descuelga y saluda con voz extrañada.
—¿Qué ha pasado? —pregunta antes de que Alex pueda hablar.
—Probablemente acabemos antes si te digo que no ha pasado —dramatiza Alex.
—Alex, voy en serio, me ha llamado Luna y todavía no se que ha pasado.
—Yo también voy en serio. Necesito que me digas si Luna tiene el más mínimo interés en mí y porque ha puesto esa cara de dolor cuando he intentado acercarme a ella.
—No sé si eso es algo que te tenga que contar yo. Pero si no la interesases, hace mucho que lo habrías notado. Solo te voy a decir eso. Lo demás se lo preguntas tú a ella.
Cuando se da cuenta de que Joel ha colgado, tira el móvil contra el sofá, frustrada.
Ahora mismo necesita que no le de tanto pánico decir “te quiero”.
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