3 dic 2022

Bajo tu piel

 

Un collage de cuatro fotos, la primera son dos chicas de la mano, justo debajo una muñeca con varias pulseras hechas de conchas, la tercera es una piel de foca gris claro con algunas manchas en negro y la cuarta es una foto debajo del agua en una playa de agua cristalina cuando apenas cubre hasta la cintura con la luz reflejando en el agua. Delante de las fotos hay un rectángulo casi transparente en el que pone "bajo tu piel"

Adara creía que era un animal herido cuando recogió esa piel de entre las rocas. Después pensó que unos cazadores de focas habían escondido su botín para llevárselo más tarde y estuvo a punto de soltarla. Pero la piel estaba sorprendentemente limpia, sin ningún rastro de sangre, ni reciente ni seca.

Algo le decía que era mejor que se la llevase a casa y la cuidase. Luego podía poner un anuncio cerca de la playa por si alguien la estaba buscando. La acaricia distraídamente mientras piensa donde guardársela durante el camino a casa. No quiere que haya ninguna posibilidad de perderla. Por un momento se distrae pensando en lo suave que es. Ni el mejor terciopelo que estuvo mirando para un encargo era tan suave como ese pelo corto y fino.

Al final, saca todas las conchas y cristales de mar de la bolsa de tela donde los ha ido guardando, dobla con cuidado la piel de foca y vuelve a echar una a una las conchas encima mientras tararea la última canción que se le ha metido en la cabeza.

De camino a casa se va parando en todos los escaparates que le llaman la atención, algunos porque les han cambiado la disposición de la semana pasada y otros porque simplemente le gusta lo poco del interior que se ve. También se distrae buscando los pajaritos que tararean y encontrando formas en las pocas nubes que ese día cubren el cielo.

Cuando pasa por delante de la mercería donde compra la mayoría de los materiales para sus joyas revisa el móvil para ver si se le ha acabado algo. Igualmente entra, por si han traído una cadena nueva u otra pasamanería que haga que se le ocurra un nuevo diseño. Y, como si lo hubiera adivinado, hay cosas que hacen que su imaginación vaya a mil revoluciones por segundo. Pide unas muestras y luego va a una cafetería cerca de su casa. Siempre se ha concentrado mejor allí.

En cuanto tiene su pedido saca el cuaderno donde dibuja todos los diseños y los lápices. Casi está terminando el primer boceto cuando una voz tímida la interrumpe.

—Buenos días. ¿Puedo sentarme aquí?

Adara parpadea, saliendo del mundo de grafito y papel en el que se había perdido y mira hacia arriba. Una chica pálida y con el pelo marrón claro la está mirando pacientemente. Adara se queda embobada un momento con las ondas de la chica, como si la moda esa de las beach waves se hubiera llevado a una perfecta imperfección. Ladea la cabeza, recordando que la han hecho una pregunta.

—Claro —responde. La chica se sienta como si no hubiera sido una interacción extraña y Adara no hubiera tardado en contestar más segundos de los que se considera normal.

Adara vuelve a mirarla, curiosa. Es una chica más o menos de su edad, con la piel más clara y lisa que ha visto nunca. Tiene un pequeño lunar debajo del ojo izquierdo que parece casar perfectamente con sus rasgos. Es la chica más guapa que ha visto nunca, aunque la parece un poco triste más allá de la pequeña sonrisa que adorna sus labios. Tiene los ojos tan oscuros que Adara juraría que son negros.

—¿Qué estás dibujando? —pregunta la chica.

Adara se muerde el labio. Seguro que ha estado tanto rato mirándola fijamente que ha sido raro. Baja los ojos al papel antes de contestar.

—Joyas —sonríe. Le encanta hablar de lo que hace aunque siempre acabe yéndose por las ramas. —Bajo al menos una vez a la semana a la playa a recoger conchas y cristales para hacer pendientes, pulseras y collares —se lleva una mano al cuello, donde lleva un collar con cinco conchas, dos anaranjadas, la del centro blanca y las otras dos rosadas. —También cuando me lo encargan hago broches para la ropa o para el pelo. Y en la mercería de un poco más abajo tienen un montón de cosas chulísimas para hacer juegos de joyería, y acabo de pasar por ahí y tenían cosas nuevas, así que estaba haciendo nuevos diseños porque lo que han traído era muy bonito y necesitaba hacer algo con ello.

—Dibujas muy bien, y parece que expresas perfectamente lo que tienes en la cabeza —comenta la chica. —Lo siento, no me he presentado, soy Maris.

Extiende la mano por encima de la mesa.

—Adara —contesta estrechándosela. —¿Te gustaría modelar con mis joyas para las fotos de la tienda? Eres muy guapa, creo que te quedarían genial. No te puedo pagar mucho pero…

Maris se queda un segundo parada con los ojos muy abiertos. Luego abre la boca y la vuelve a cerrar antes de que salga nada por ella. Vuelve a intentarlo y a la tercera consigue hablar.

—En realidad no tengo sitio donde quedarme, acabo de llegar a la ciudad y todavía no conozco nada ni a nadie. Puedo hacer las tareas de casa a cambio. Se me dan muy bien.

—Bueno —dice Adara despacio, —si hacemos las tareas de casa entre las dos terminaremos antes que si las hace una persona sola. —se queda en silencio unos segundos— No tengo una habitación extra en mi casa pero si no te importa dormir en el sofá o compartir cama te puedes quedar.

Maris vuelve a mirarla en silencio, desconcertada.

—¿Vas… a meter en tu casa a una persona que no conoces de nada? ¿No crees que pueda ser una mala persona que quiera aprovecharse de ti? ¿Conoces lo que significa la precaución? ¿La desconfianza?

Adara ladea la cabeza y parpadea lentamente con aire inocente.

—Si te preocupas así por mí no creo que seas mala persona. Y no tengo mucho de lo que alguien se pueda aprovechar.

Maris se deja caer contra el respaldo de la silla. No se ha dado cuenta de cuando se ha inclinado tanto sobre la mesa que casi mete el pelo en la taza de té. No puede creerse la inocencia de la chica que tiene delante suya. Nunca ha visto nada igual. Y le gusta, vaya que si le gusta. Ese aire despistado la hace adorable e irresistible.

Pasan unos segundos de silencio y cuando parece que su nueva compañía no va a añadir nada más, Adara vuelve a fijar la vista en el diseño a medio dibujar. Con eso Maris entiende que no hay más que hablar hasta que suelte el lápiz un par de horas después.

Deja el lápiz sobre el cuaderno despacio y luego parpadea, como si se estuviese despertando de una siesta larga y no supiera donde se encuentra. Se queda largos segundos mirando los trazos de grafito sobre el papel con los ojos desenfocados, sin verlos realmente.

Vuelve a parpadear y ya a una velocidad un poco más normal alcanza el estuche donde mete los lápices y la goma maleable. Hasta que no cierra el cuaderno y lo guarda en su mochilita no sale del todo de ese trance en el que había entrado.

—¿Podemos pasar por la mercería otra vez antes de ir a casa? Me gustaría comprar al menos para hacer un juego de cada diseño y ver si queda como me he imaginado.

—Claro —asiente Maris como si de verdad tuviese otra opción.

***

La sigue un paso por detrás todo el camino, mirando atentamente cualquier gesto que le pueda indicar si necesita ayuda o si tiene que hacer algo. Adara va a su aire, mirando las nubes y tarareando alguna cancioncilla que no reconoce.

Cuando se queda parada unos segundos delante de una puerta, Maris contiene la respiración. ¡Ella tendría que estar ayudando! Una parte de ella sabe que es imposible, que no tiene lógica, se acaban de conocer, ¿cómo va a saber donde puede haber dejado las llaves? Pero la otra parte hace que le empiecen a sudar las palmas de las manos, diciendo que de esa manera nunca va a ser una buena esposa.

Adara se palpa los bolsillos del vestido, los de la rebeca, mete la mano en la totebag donde lleva las conchas. Luego abre la boca en una “O” como si se hubiera acordado de dónde las puso y rebusca en el bolsillo más pequeño de la mochila. Saca las llaves con un gesto triunfal y abre la puerta de su casa.

—Bienvenida a mi humilde morada —dice con una sonrisa abriendo los brazos antes de cruzar el umbral. —Por cierto —continúa mientras empieza a dejar las cosas encima de una mesa, —me he dado cuenta de que me ibas siguiendo un par de pasos por detrás. ¿Por qué?

Maris se queda helada un segundo. Nunca le han hecho esa pregunta, siempre ha sido lo que tenía que hacer.

—Es… ¿el lugar de la esposa? —dice insegura, —es irrespetuoso ir al mismo nivel que el marido. —Se calla un segundo. —Aunque tú no eres un hombre —termina confusa por no saber cómo debería actuar.
Adara se gira para mirarla y frunce el ceño.

—¿De qué siglo has salido? Puede que todavía nos falte mucho camino para la igualdad real pero eso hace mucho que ya no es así.

Maris se queda callada, sin saber que contestar. No le habían dicho nada de eso. ¿Cómo es posible que no le hayan contado nada? ¿De verdad la han mandado a la superficie sin ningún tipo de conocimiento real? Adara se la queda mirando unos segundos más con el ceño fruncido, como si hubiera un puzzle a resolver dentro de ella, pero rápido vuelve a su gesto despistado de antes.

Hace un ademán para que entre mientras deja las cosas en cualquier lado. Maris se fija en el pequeño salón que se abre desde la entrada. No se puede decir que esté ordenado, hay demasiadas cosas encima de cualquier superficie para ello, pero tampoco se puede decir que esté desordenado. Parece un caos cuidadosamente creado.

Adara señala una puerta en la que Maris todavía no se había fijado.

—Esa da a la cocina, —señala otra puerta— esa da al baño, —otra puerta— esa al taller —otra puerta— y esa a mi habitación. Esa es toda mi casa, no hay oportunidad de perderse —suelta una risa suave y cantarina que a Maris le provoca un escalofrío agradable. Nunca antes le había pasado.

***

La primera semana pasa tan tranquila y agradable que Maris se sorprende cuando Adara dice que tienen que bajar otra vez a la playa.

Una vez que la chica le enseñó cómo hacía ella algunas cosas, enseguida crearon juntas una rutina en la que fue tremendamente fácil caer. La limpieza y la cocina nunca se le habían hecho tan amenas como con Adara, que ponía su lista de reproducción por el altavoz y la enseñaba las canciones que sonaban mientras limpiaban. Cocinar era divertido y había descubierto un montón de comidas nuevas. En ningún momento había sentido la necesidad abrumadora de buscar.

Después de un par de noches en el sofá había empezado a dormir en la cama con Adara. No tener dolor de cuello bien valían los nervios cada vez que la veía meterse en la cama y acurrucarse contra ella.

Ese día hacía tanto viento en la playa que casi no se escuchan incluso estando cerca. La cara de Adara y el vacío de la bolsa le decían a Maris que no había sido la jornada más productiva y eso la hace estar incómoda. No sabe cómo ayudar, no puede hacer nada.

A la vuelta, y con la excusa de entrar en calor, Adara dice de entrar en la cafetería en la que se conocieron. Una vez les han servido el chocolate caliente que habían pedido, Adara se lleva la taza a los labios.

—Parece una cita —murmura con una sonrisa traviesa antes de beber.

Esas tres palabras aflojan el nudo que Maris siente en el estómago y hacen que devuelva una sonrisa involuntaria.

—Estás trabajando, debería ser yo la que limpie y haga la comida. Sé que te han entrado muchos pedidos nuevos.

Maris insiste de vez en cuando a pesar de que Adara siempre contesta lo mismo.

—Tú también estás trabajando, me ayudas con los pedidos y modelas mis joyas para las fotos. Además, me sirve para despejarme. Y haciéndolo juntas terminamos más rápido.

Pero entonces no seré una buena esposa, quiere gritar Maris. No quiero irme de aquí, déjame ser una buena esposa. Pero no dice nada más y simplemente se deja arrullar por los ya familiares ruidos de la cocina mientras hacen la comida.

—Desde que estás aquí la comida está más buena, ¿sabes? —murmura Adara con voz suave y una sonrisa que a Maris le hace cosquillas. —Antes se me acababa quemando muchas veces la comida porque se me ocurrían nuevas ideas o me ponía a pensar en cualquier cosa, pero como ahora estás aquí, ya no se quema nada porque siempre lo sacas en el momento justo.

Adara la está mirando de una manera que Maris no termina de saber catalogar y poner nombre. Solo es consciente de que nunca la habían mirado así antes. Y quiere ahogarse en esos ojos y estar ahí a salvo para siempre.

***

La siguiente vez que tienen que bajar a la playa hace mucho sol y no corre ni una brizna de aire. Adara lleva una pamela casi más grande que ella y un vestido vaporoso de un azul muy clarito con nubes que Maris está segura que a nadie le quedaría tan bien como a ella. Parece una nubecilla ella misma por como va bailando en la orilla jugando con las olas.

Maris aprovecha uno de tantos momentos de distracción de su compañera para meterse en el agua y nadar un rato. Nunca había podido nadar así, y aunque se siente extraño, no se encuentra echando de menos lo otro. Bajar tantas veces a la playa, poder meter los pies e incluso poder bañarse calman mucho más de lo que creía esa nostalgia del mar. Tiene la certeza que con la rutina de Adara, podría vivir muchos años así.

***

—Oye, Adara —Maris titubea un segundo antes de continuar porque de verdad, de verdad que no sabe cómo decir lo que tiene en mente.

Adara para la serie que estaban viendo, se gira hacia ella en el sofá y ladea la cabeza. Ha debido notar el tono serio e indeciso de su compañera.

—A mi, eemm, ¿me contaron? que para ser una buena esposa, esto… teníaquedarlesexoamimarido -coge aire después de decir la frase y lo contiene, esperando la respuesta de Adara. Como no dice nada, empieza a divagar, nerviosa. —Quiero ser una buena esposa para ti porque así no querrás echarme, pero no me dejas limpiar ni hacer la comida mientras trabajas, asique había pensado que podrías querer hacer e-eso y…

—¿Y si a mi no me gustase la idea de tener sexo? —pregunta Adara con voz tranquila.

Ese comentario deja a Maris boqueando, sin saber que decir. Nunca le había pasado eso, los hombres con los que había estado siempre le habían exigido esa parte, aún cuando a ella no le apetecía ni interesaba.

—No… ¿no te gusta? —pregunta con un hilo de voz.

—Oh no, me encanta hacerlo con quién amo pero no lo voy a hacer contigo si para ti es una obligación.
Adara ha contestado con un descaro tan poco habitual en ella que Maris siente como se le enciende el rostro.

—De todas formas, ya has dicho varias veces eso de ser una buena esposa —pese al tono suave y distraído de Adara, Maris tiene la certeza de que esta vez no lo va a dejar pasar.

La morena abre la boca varias veces hasta que consigue que salgan algunas palabras de ella.

—Hay… leyendas —hace una mueca, deseando que hubiese otra palabra para describir su realidad— que son reales. La de las selkies por ejemplo.

Y solo eso parece ser suficiente para que Adara comprenda porque sus ojos se abren como platos y sus labios se separan ligeramente. Maris ya había visto su cara de sorpresa antes pero esta era como si la hubieran elevado a su máximo exponente. Lo cual era raro porque Adara tenía la habilidad de ver como normales las cosas más extrañas.

—La piel que encontré el día que te conocí —murmura todavía en shock. Parpadea, traga saliva y abre la boca para hablar. La cierra sin decir una palabra y arruga el gesto como si le doliese físicamente lo que quiere decir. Maris nunca la ha visto sufrir así. Vuelve a abrir la boca y al tercer intento parece que decide empezar de otra manera. —Esas leyendas siempre cuentan que las selkies a las que obligan a vivir en tierra son infelices. —inspira hondo intentando recoger algo de valor. —Puedo… puedo ir a por tu piel, yo…

Cuando Adara se levanta del sofá, Maris parece comprender de pronto todo lo que está diciendo. Ni siquiera piensa en agarrarla del brazo antes de hacerlo. No quiere su piel para nada, ya no. Ahora lo que no quiere es irse y no sabe cómo decirlo.

—Tengo que… —intenta soltarse Adara, pero su voz es un murmullo débil y el nudo que se le ha puesto en la garganta no la deja continuar. —No puedo obligarte a quedarte aquí. Por favor…

—Quiero quedarme aquí. Quiero quedarme contigo. Que me sigas enseñando cosas. Que me sigas enseñando quien soy y quien puedo ser. Por favor. Si me acercas mi piel me obligarás a irme. Y entonces para mi si que se cumplirá el final trágico de las leyendas.

—Quieres… quedarte —murmura Adara con un hilo de voz. Luego, poco a poco empieza a reírse, y aunque su risa es tan suave como siempre tiene un punto nervioso y aliviado a la vez.

Maris la mira sin saber muy bien cómo reaccionar. Todavía no sabe ubicar esa risa porque nunca antes se la había escuchado a nadie. Cuando la chica consigue calmarse lo suficiente la mira. Y Maris sabe que antes también la miraba de una forma similar pero no tan abiertamente. Y esa mirada le hace cosquillas en el estómago y que su corazón lata más rápido.

Una sonrisa suave se extiende por los labios de Adara y la mirada en sus ojos se intensifica. Maris siente que tiene algo que decir, que hay unas palabras que explican ese sentimiento que hace que el corazón no le quepa en el pecho. Pero no sabe cuales son y eso la frustra.

—Quieres quedarte —murmura Adara como si todavía no se lo creyese. Su expresión es de pura felicidad, con los ojos muy abiertos y una sonrisa floja.

Y como si de una descarga se tratase, Maris se da cuenta de que la forma en la que Adara la esta mirando es con amor y cariño y que es eso mismo lo que hace que su pecho se caliente al mirarla cocinar o hacer sus joyas con esa cara de concentración que pone. De la otra cosa que se da cuenta es que no lo ha adivinado antes porque todo el supuesto amor y cariño que había recibido antes no era tan puro ni bien recibido. Ahora entiende la incomodidad que sentía. Esa posesividad la ponía tensa, como si estuvieran esperando a que hiciera algo mal para abandonarla y dejar de sentir cariño por ella.

Pero todo eso no lo nota en Adara. Lo único que ve en ella es amor por quien es y ganas de ayudarla a descubrirse entera.

Otra de las cosas en las que acaba de caer en cuenta mientras la mira fijamente desde esa nueva perspectiva, es que acaba de aprender lo que es sentir atracción por alguien. Ese sentimiento que tenía antes hacia los hombres no tiene nada que ver con el que siente ahora por Adara, totalmente abrumador. No es capaz de compararlo con nada que haya conocido.

La colisión del cuerpo de Adara contra el suyo la saca de ese trance en el que había entrado. La chica la abraza y luego la mira desde lo que Maris considera muy cerca. ¡Sus narices están a punto de tocarse! No puede estar tan cerca de ella, todavía no ha sido capaz de procesar que la quiere.

—Te quiero —murmura Adara como si hubiera leído su mente.

Maris sabe que es su turno de decir algo, darla una respuesta. Pero se ha quedado totalmente en blanco. Es la primera vez que no sabe cómo reaccionar. Siente a Adara demasiado cerca como para pensar, lo único que puede hacer es perderse en esos ojos marrones y en el ligero olor a mar que desprende.

—¿Puedo besarte? —pregunta demasiado cerca de sus labios.

—Siempre que quieras —se escucha responder Maris antes de poder entender la pregunta.

Los labios de Adara son suaves y cálidos y mandan un cosquilleo agradable por todo el cuerpo. Es un beso casto, en ningún momento los labios se mueven más allá que para separarse pero deja a Maris con ganas de más. De mucho más. De muchos más. De descubrir todo lo bien que se puede sentir un beso deseado.

***

Adara no ha hecho nada más que besos castos, caricias inocentes y cogerla de la mano por dos semanas. Maris quería probar más. Nunca había tenido tantas ganas de probar a tocar a otra persona. Cuando siente a Adara meterse en la cama, se incorpora. No sabe cómo preguntar por lo que quiere pero si que es ella la que tiene que dar el paso.

Adara la mira con una clara interrogación en sus ojos.

—Tú… —empieza Maris no sabiendo muy bien cómo continuar. —¿Tú quieres tener sexo conmigo?

Adara parpadea lentamente, como si estuviera intentando descifrar algo dentro de su cabeza y le faltase una pieza clave.

—Bueno, sí.

—Y no has dicho nada porque…

Adara se queda callada un momento. Maris sabe que debe de estar cansada, han tenido mucho trabajo esta semana, pero no puede esperar más.

—Porque entonces ibas a sentirte obligada y yo puedo esperar. Quería que saliera de ti. Que tú quisieras hacerlo y que lo desearas. Si tú no quieres o no te sientes cómoda haciéndolo yo tampoco quiero. Hay más placer para ambas partes cuando se habla y se quiere.

A Maris se le escapa un “oh” pequeñito. Pedir lo que quieres y preguntar lo que desea la otra persona, eso que nunca le había pasado antes. Y cae en que nunca se ha preguntado lo que quiere, lo que para ella se siente bien. El sexo para ella siempre ha estado bajo unos términos que no se sentían bien y que le eran incómodos.

—Nunca he estado con una mujer —murmura. —No sé que es lo que se siente bien ni lo que no me gusta.

—Si lo que te preocupa es no darme placer, yo te puedo enseñar lo que se siente bien para mi. Si lo que te preocupa es no saber que quieres, podemos investigar y probar y siempre puedes negarte a continuar si algo se siente incómodo o mal o simplemente no es lo tuyo —el tono de voz calmado y suave de Adara calma todos los miedos y dudas que podía haber en la cabeza de Maris.

La selkie se encuentra leyendo entre líneas que Adara no se va a enfadar porque necesite detener algo, ni porque haya algo que no le guste, ni porque un día no quiera hacerlo.

Juguetea con un trozo de la sabana, arrugándola en el puño, alisándola después para volver a encerrarla entre los dedos.

—¿Estás muy cansada? —pregunta a la vez que sus mejillas se tiñen de un rojo suave. —Si tú quieres, no me importaría empezar a probar. Y a que me enseñes lo que te gusta.



31 oct 2022

¿Pizza y peli? 10

 —Que dejavu —comenta Félix cuando Alex da la enésima vuelta al salón.

—La cagué, sé que la cagué. No tendría que haber aceptado lo que dijo así sin más. Pero no me quiso funcionar la cabeza. Llevaba tres días sin hablar con ella, mi inmunidad se agota. Y tiene toda la pinta de que voy por el mismo camino ahora —lloriquea.

—Ves a recogerla —propone Félix con aire aburrido.

—¿Y esa apatía? ¿Qué pasa, que tu novio no te contesta?

—Tiene comida familiar y sus primos le adoran. Prácticamente no le dejan coger el móvil.

—Pobrecito —se burla Alex.

—Bueno, aquí tengo sofá, manta, patatas y Netflix gratis —se encoge de hombros. Cuando Alex empieza a morderse la uña del dedo gordo, suspira y se levanta del sofá. —Ven a tu habitación. Vístete y la esperas a la salida de su turno.

Félix abre el armario como si fuera el suyo y elige la ropa por su amiga. Lanza sobre la cama una camiseta básica oscura, una camisa de cuadros roja, unos vaqueros negros y la cazadora de cuero estilo aviador que Alex adora.

—¿Y qué le digo? —pregunta cuando empieza a vestirse.

Al notar el temblor del miedo en su voz, Félix se gira.

—No me puedo creer que tengas miedo de hablar con una chica que no te ha juzgado nunca. ¡Que es Luna, por favor! Si pides hablar con ella te va a escuchar. Dila de venir aquí, si así te sientes más cómoda. Creo que todavía hace un poco de frío para quedaros a hablar en un parque por la noche. No me puedo creer que tenga que estar diciéndote esto —dice apretándose el puente de la nariz. —¿No eras tú la que me decía todo el rato que hablase con Joel?

—Sí bueno, al final os arreglasteis solitos y a vuestra manera —se defiende Alex un poco sonrojada.

Ya se sabe el dicho ese. “Consejos vendo y para mí no tengo”. Hay veces que le da la sensación de que esa es su máxima de vida.

—Y ahora te toca arreglarte con ella a vuestra manera.

—¿Y si no me quiere?

—¿De verdad tengo que recordarte cómo bailasteis el día que fuimos al bar? Que casi os coméis la boca, por todos los dioses. Que había dos dedos de distancia entre vuestros labios. ¿Y la semana pasada? ¿También tengo que recordártela?

—Eso fue porque la retaste. Y lo otro seguro que es porque la caigo bien.

—Tenía la opción de beber —rebate Félix indolente. —No me seas tan bollera por favor.

—Mimimimi.

—Venga, las converse —dice empujándola hacia la salida. —Y la bufanda y el gorro.

La enrolla de cualquier manera la bufanda y cuando va a ponerle el gorro, su amiga se revuelve al grito de “¡mi pelo!” y se lo quita para ponérselo ella antes de arreglarse la bufanda.

—¿Llaves? ¿Cartera? ¿Móvil?

Cada cosa que pregunta Félix, Alex lo enseña y se lo mete en los bolsillos.

—Esta bien. Me iré en cuanto recoja mis cosas así que no estaré para cuando lleguéis. Tú puedes —la anima con unas palmaditas en la cabeza.

Alex inspira hondo y sale por la puerta mientras se despide de su amigo.


Se echa el aliento sobre las manos por décima vez, más por nervios que por tenerlas frías. El turno de Luna técnicamente ya ha acabado y lo único que ha hecho ha sido aumentar los nervios de Alex. Siente que se le ha olvidado todo lo que podía querer decir y que no va a conseguir que salga ni una palabra cuando la tenga delante. A cada chica con el pelo mínimamente rizado que sale por la puerta le parece que el corazón se le sube hasta la garganta y su estómago decide practicar caída libre.

Al fin sale ella, con el pelo en un moño desordenado, la bufanda tapando el rapado de su nuca y unas orejeras que son todavía más llamativas en contraste con el color de su piel y pelo. Alex tiene que tragar el nudo que se ha formado en su garganta antes de poder llamarla. Luna la regala una pequeña sonrisa en cuanto la ve, de esas que le salen sin pensar. “Ahora si que tienes razones para hacer puenting, estómago” piensa Alex.

—Luna… quería hablar contigo… ¿podemos ir a mi casa? Para estar más tranquilas y eso.

—Claro.

Nunca se les había hecho ese camino tan largo a ninguna de las dos. Y solo es hasta el tercer intento que Alex consigue atinar con la llave en la cerradura, tanto del portal como de su casa. En ese momento agradece internamente que Luna no sea como Félix, que no habría perdido el momento de meterse con ella.

—Yo… quería pedirte perdón —comienza una vez que se han sentado en el sillón. Antes de que Luna pueda decir nada, Alex continúa. —El otro día acepté lo que dijiste de que Félix dijo tu nombre porque eras la única chica porque me convenía y me daba miedo decirte la verdadera razón. Pero prefiero decírtela antes de que sigas creyendo que no eres suficiente.

Alex hace una pausa e inspira hondo. Luna retuerce el bajo de su camiseta, con el corazón en la garganta y las manos heladas del miedo.

—Me… me gustas. Desde hace bastante tiempo ya. Creo que has pensado más de una vez que como es que me gusta quedar contigo. Es realmente agradable el saber que puedo ser yo misma sin que me vayan a juzgar, y, por ejemplo, los comentarios que haces cuando vemos pelis o series son realmente divertidos. El simple hecho de estar a tu lado es… arg, no sé, simplemente me encanta. No lo cambiaría por nada del mundo. Eres tan brillante, y a la vez como un remanso de paz, pero no bajes la guardia del todo que siempre puede haber un comentario sarcástico. Que parecen tener toda la intención de alejar, pero no hacen otra cosa que atraerme todavía más a ti. A querer conocerte todavía más. A continuar hablando contigo para siempre, de cualquier cosa. Me gustas. Te quiero. Mucho.

Luna se queda completamente en blanco, boquiabierta. Para nada se esperaba esto cuando aceptó acompañar a Alex a su casa. Se esperaba algo más como “olvídate del beso, que no va a pasar nunca más”. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza que Alex podía tener sentimientos más allá de la amistad por ella.

No consigue que su cerebro hile dos palabras con sentido, asique hace lo único que se le ocurre en ese momento. Lo único que lleva dando vueltas en su cabeza una semana.

Se acerca gateando por el sofá. Nota a Alex tensarse al tenerla cerca. La observa morderse el labio con nerviosismo. No parece esperar lo que Luna tiene en mente porque cuando la chica la coge de la nuca pega un brinquito y cuando la gira la cabeza abre los ojos como platos al encontrarla tan cerca. Primero es un beso corto, que más que beso debería llamarse roce de labios, como si tanteara el terreno. Alex piensa que parece haberle gustado lo que encuentra porque el siguiente beso es más largo y, aunque sigue siendo suave ya no es un simple roce. Luna entreabre los labios y los mueve sobre los de Alex. Y siente tocar el cielo con la punta de los dedos. En un segundo de lucidez, le entra pánico y se separa de Luna lo suficiente para tomar aire y preguntar. Aunque lo de tomar aire decide que no ha sido buena idea justo después de hacerlo, cuando le llega el agradable olor de Luna.

—¿Eso es un sí? Por favor dime que es un sí.

—¿Tengo que recordarte que no tendría ningún interés en besar a alguien que no llama mi atención? —Luna esboza una sonrisa perezosa y habla tan cerca de los labios de Alex que cada vez que pronuncia una palabra estos se rozan. Y hace que lo único que quiera Alex sea que deje de hablar y vuelva a besarla como antes. —Y por lo visto nunca nadie había llamado tanto mi atención como tú. Joel debe de estar hasta las narices de mí por hablar tanto de tí.

Alex consigue volver a tener el control de su cuerpo y pone sus manos en las mejillas de Luna y la besa con todas las ganas que se lleva aguantado. La abraza tan fuerte que siente la risa de Luna reverberar en su pecho y también el latido de su corazón, más acelerado de lo que esperaba.


—¡Ah! Lo has vuelto a hacer —exclama Luna después de que Alex deje un beso en la palma de sus manos.

—¿El qué?

—Lo de coger mis manos así y luego dejar un beso. ¿Tiene algún significado o algo?

—Oh —murmura la chica poniéndose colorada. —Creo que lo leí en algún sitio, que era una declaración de amor de alguna tribu o algo así. Como que estabas poniendo tu corazón o tu alma en las manos de la otra persona.

Cuando Alex levanta la vista hasta la cara de su novia ve algo que nunca creería ver. Luna está totalmente roja. Se nota incluso a pesar del tono moreno de su piel, y eso la deja maravillada. Tanto que se olvida del calor de su propia cara, que se nota muchísimo más por su palidez habitual. Siente que se podría quedar viendo eternamente ese tono rojizo que han adquirido las mejillas de Luna.

—Hey, vamos al salón ¿no? Que nos hemos quedado aquí paradas… ¿Querías hacer algo en la cocina?

—Ah ¿eh? No… Solo iba a coger algo de beber.

Luna coge la mano de Alex y tira de ella suavemente hasta el salón, donde se tumba en el sofá. Se estira, cansada por todo el día y luego le hace un gesto a Alex para que se tumbe con ella. La chica se acerca a pasitos cortos y sin mirarla.

—No me puedo creer que te de vergüenza tumbarte en el sofá conmigo —se ríe Luna.

Alex la saca la lengua y luego se tumba a su lado con unas formas un poco bruscas. Luna suelta una carcajada y se abraza a ella.

—Eres muy mona, ¿sabías?

Alex se esconde en el hueco del cuello de su novia y suspira, totalmente a gusto.

—Por cierto —comenta al rato, cuando Luna creía que ya se había quedado dormida por las caricias en el pelo. —Me estaba acordando de cuando jugamos a yo nunca, y me he dado cuenta de que el tema del sexo te pone un poco tensa e incómoda. No tenemos que hacerlo si no quieres, no es tan importante. Prefiero mimos y besos y pasar el tiempo contigo y eso…

Alex empieza a hacer círculos con el dedo en la espalda de Luna, como últimamente cada vez que se pone nerviosa.

En realidad, no descartaría del todo tener sexo contigo. Joel dijo que podía estar la posibilidad de que fuese demi en vez de ace y le he estado dando muchas vueltas. Y es posible que sea eso. Quiero decir, creo que nunca he estado enamorada como ahora, así que…

Es cierto que a Luna no le termina de gustar el hablar de sexo. Lo ve como algo fuera de toda lógica. Pero luego piensa en Alex y parece que esa lógica se va volando por la ventana. Como ahora cuando se estira para atrapar sus labios y darle ese beso tan suave y que a la vez esconde mil promesas.

Se separa de ella con un salto cuando llaman al timbre. Alex se levanta jurando por lo bajo y Luna la sigue, curiosa de quien puede ser.

Ven a sus amigos en la puerta.

—¿Es que no habéis visto el Twitter? —pregunta Félix. —Han anunciado el estado de alarma y confinamiento. Espero que no te moleste Alex —termina pasando como si entrase a su propia casa.

24 oct 2022

¿Pizza y peli? 9

 —Alex —la llama Félix, —vas a acabar haciendo un agujero en el suelo como sigas dando vueltas por el salón.

—Es tu culpa, te lo recuerdo.

—Sí, sí, ya te he dicho muchas veces que lo siento. Ya se me había subido un poco el alcohol, sabes que no fue aposta.

Alex se deja caer al suelo y se tira sobre la mesita que tiene enfrente. Suelta un gran suspiro, que hace que Félix levante los ojos del móvil y la mire con una ceja alzada.

—Que yo entiendo que vosotros dos estéis muy felices y muy amorosos y muy bien todo pero necesito un poco de comprensión por aquí, que llevo tres días sin hablar con Luna, que me va a dar algo. Que ya noto el síndrome de abstinencia —dramatiza rodando por la mesa. —Y encima después de besarla por primera vez. Me has dejado la miel en los labios. ¿Por qué narices tuviste que hacer ninguna broma? Se habría quedado todo muy jiji jaja si te hubieras quedado en que yo también quería liarme y estar toda pegajosa con alguien, no hacía falta que dijeras su… 

—¿Y por qué no la llamas?

—¿Qué? —Alex parpadea como si la hubieran arrancado de un lugar para soltarla de golpe ahí.

—Dices que hace tres días que no hablas con ella. Llámala. A lo mejor está esperando a que la llames. O que la hables, me da igual. ¿No eres tú la que casi siempre abre conversación?

Alex se queda muda unos segundos. Le da pánico hablarla ahora y, desgraciadamente, cuanto más tiempo pasa más miedo le entra. Entre el alcohol que había bebido, el beso con el que se había emborrachado y el shock de después, no recuerda la cara que puso Luna al escuchar de los labios de Félix que era a ella a quien quería besar. Tampoco quiere siquiera tratar de imaginar a que conclusiones pudo haber llegado.

—Tengo que irme a trabajar —murmura Alex y se levanta para huir de lo que pueda decir su amigo.

Félix suspira y bloquea el móvil.

—No puedes huir siempre —grita. —En fin —continua mientras recoge sus cosas—, que yo mañana tengo clase y tengo que hacer unos trabajos. Ya me irás poniendo al día —se despide.


—Buenas tardes —saluda Luna en cuanto entra en el vestuario. —Hola —saluda a Alex en específico cuando se detiene a su lado y abre su taquilla.

—H-hola —tartamudea su amiga.

La observa por el rabillo del ojo, tratando de decidir si está como siempre o su actitud es diferente de algún modo. Se siente tan nerviosa que no consigue leer nada en su rostro, y eso la pone todavía más de los nervios. Luna se despide con un asentimiento de cabeza y sale del vestuario. Alex se deja caer en cuclillas suspirando. Se observa las manos. Hacía tiempo que no temblaban tanto por alguien. Exhala un aire que no sabía que estaba reteniendo y se pone en pie, notando sus hombros y toda su espalda como si estuviera sosteniendo el cielo entero.

—Dame un respiro, por todos los dioses —murmura mientras se cambia los pantalones.

Afortunadamente, para colocar las cosas no necesita estar al cien por ciento de su concentración.

Luna casi se choca con la pared en su huida. No es capaz de mirar a su amiga sin pensar en el beso que compartieron esa noche, y no puede pensar en ella sin querer volver a repetirlo. Incluso la han llamado la atención, tanto sus padres como sus profesores y su jefe, por estar con la cabeza en las nubes. Ha tenido que corregir ya demasiadas veces los trabajos de clase, y todo por unos labios a los que lo más probable es que no vuelva a probar.

Afortunadamente, piensan las dos, no vuelven a cruzarse en todo el turno. Pero Alex vuelve la cabeza cada vez que ve unos rizos oscuros como los de Luna, y Luna se distrae cada vez que le parece oler la suave colonia de Alex.

—Luna —la llama una compañera que empezó al mismo tiempo.

Cuando ve que no contesta, chasquea los dedos delante de su cara. La aludida parpadea, como saliendo de un trance.

—Estos últimos días estás que no estás.

—Sí, bueno, pasaron cosas.

—Oooo, ¿con quién? ¿Con la persona esa que decías que te gustaba?

—¿Qué? ¡No! ¿Yo no he dicho que me gustase nadie?

La chica la mira y alza una ceja, con una cara que dice que no se cree ni una palabra.

—Vale, no te gusta nadie. ¿Qué ha pasado?

—Beso —murmura poniéndose colorada.

—¿¡Te has besado con la chica que te gusta!? —exclama emocionada.

Luna no es capaz de negar nada por la sorpresa.

—¿Cómo…? ¿Cuándo…?

—Luna, que no soy tonta, aunque no lo parezca me fijo en las cosas. Y una de las más obvias es que llevas una chapita en una mochila con la bandera bi. Y habría que estar muy ciega para no darse cuenta de la diferencia de trato hacia cierta compañera —le da un codazo suave y la dedica una sonrisa de medio lado.

Si antes ya tenía la cara roja, ahora parece que brilla.

—Estuvimos jugando a verdad o reto con unos amigos y su mejor amigo me hizo besarla. Y no soy capaz de quitármelo de la cabeza.

—¿Y no has pensado que haya una razón detrás de ese reto?

Luna suelta un suspiro y a la chica le da la sensación de que se encoge y se hace más pequeña.

—Veo que sí que lo has pensado bastante. No te quemes tanto —continúa dándola un par de golpecitos en la espalda—, lo que tenga que pasar pasará. Y si no… también puedes ir tú a por ella.

—Sí, bueno… —zanja la conversación Luna.

—Ánimo —contesta su compañera mientras se va a atender a un señor. —Por cierto —vuelve cuando termina de ayudar al hombre, —¿vas a ir a la mani el día 8? Espero que nos veamos —se emociona cuando Luna asiente.


Alex no se puede creer lo torpe que ha estado esta mañana. Nada de los currados maquillajes de ojos que suele llevar, ni siquiera ha sido capaz de hacerse la raya como quería. Afortunadamente el primer pintalabios que cogió por la mañana era un color suave y no se nota que el perfilado no le ha salido como siempre. Después, casi llega tarde a currar. Quiere echarle la culpa a Félix pero sabe que es precisamente gracias a él que no le han llamado la atención. Y ahora, se está equivocando constantemente con la colocación de los productos. Suspira, no creyéndose su mala suerte cuando ve a uno de los jefes de sección por el rabillo del ojo. Uno de los novatos de medio tiempo le distrae preguntándole algo y Alex aprovecha para recolocar todo lo que había hecho mal.

“Está bien, necesito lavarme la cara”, piensa antes de recordar que justamente el maquillaje de hoy no es a prueba de agua.

Chasquea la lengua y trata de que nada más se refleje en su rostro. Avisa a uno de sus compañeros y se dirige al baño rezando por que no la pare nadie.

Cierra la puerta y se apoya en ella exhalando el aire que había retenido en su carrera. Se acerca a los lavabos y se moja las manos y la nuca. Con un poco de desesperación se pasa las manos húmedas por el pelo cuando lo otro no surte efecto. Se seca las manos en el pantalón y vuelve a la puerta. Cuando intenta abrirla se da cuenta de que está atrancada.

Arg, joder, ¿es que no puedo hacer nada bien hoy? —se queja dándole una patada a la puerta, totalmente frustrada.

Se gira con el corazón en la boca cuando escucha la puerta de uno de los cubículos cerrarse.

—Hey —consigue balbucear cuando ve a Luna parada. —Se ha quedado atrancada —comenta cuando ella no dice nada.

Se aleja unos pasos de la puerta, los mismos que Luna trastabillea hacia atrás.

—No te acerques más, por favor —murmura Luna.

Alex se queda helada, no sabiendo cómo continuar, ni porque dice eso.

—Oye… Esto… Félix no quería decir nada extraño con lo de la fiesta. Seguramente tenía demasiado alcohol en las venas y por eso no pensó antes de hablar.

Las palabras de Alex arden cuando las procesa. Prefería quedarse con sus teorías, montándose una peor cada día que pasaba, a tener la confirmación de una de las peores de los labios mismos de la aludida.

—Está bien —vuelve a murmurar, —seguramente lo dijo porque yo era la única chica ahí.

Hacía mucho tiempo que no le pasaba que le costase tanto hablar. Casi se había olvidado de esa sensación asfixiante, como si las palabras tuviesen pinchos y se aferrasen a la garganta. De tragar y sentir como si tuviese papel de lija en vez de suaves y húmedas entrañas.

—Sí, puede ser —asiente Alex con una mueca.

No le gusta cuando Luna hace ese tipo de comentarios, pero en ese preciso momento no tiene la cabeza para rebatir nada. Hace unos momentos que ha empezado a sentir como si le palpitase detrás del ojo derecho, y eso siempre es malo. Vuelve a dar un par de pasos hacia su amiga. Luna hace una mueca de dolor y se le llenan los ojos de lágrimas, aunque no acaba por salir ninguna. Vocaliza un “por favor” que vuelve a dejar a Alex en el sitio justo antes de que una compañera intente abrir la puerta. Al segundo intento lo consigue y Alex no tarda ni medio segundo en huir de ahí. Luna corre a mojarse la cara, para que al menos, si alguna lágrima traicionera sale, no se note.

Tenía muy asumido que nadie la iba a llamar la atención y lo había aceptado bastante bien. Incluso tenía la coña con Joel de que si no encontraban a nadie, con X edad se casarían entre ellos.

Hasta ella. Ella, que se había metido en su cabeza incluso antes de darse cuenta. Ella, a la que había querido besar incluso antes de ser consciente de que se había enamorado. Ella, que se había metido en su piel cuando nadie más la había rozado siquiera.

No es de extrañar que estuviese a punto de temblar de miedo. Siempre le había aterrado el cambio, ahora no es distinto. Pensándolo racionalmente, poco asustada está para el cambio que es.


Alex se da otro paseo por el salón mientras vuelve a llamar a Joel. A la quinta va la vencida y el chico descuelga y saluda con voz extrañada.

—¿Qué ha pasado? —pregunta antes de que Alex pueda hablar.

—Probablemente acabemos antes si te digo que no ha pasado —dramatiza Alex.

—Alex, voy en serio, me ha llamado Luna y todavía no se que ha pasado.

—Yo también voy en serio. Necesito que me digas si Luna tiene el más mínimo interés en mí y porque ha puesto esa cara de dolor cuando he intentado acercarme a ella.

—No sé si eso es algo que te tenga que contar yo. Pero si no la interesases, hace mucho que lo habrías notado. Solo te voy a decir eso. Lo demás se lo preguntas tú a ella.

Cuando se da cuenta de que Joel ha colgado, tira el móvil contra el sofá, frustrada.

Ahora mismo necesita que no le de tanto pánico decir “te quiero”.

17 oct 2022

¿Pizza y peli? 8

 —Joel —le llama Félix para que deje de mirar los libros de psicología que necesita para clase y le preste atención a él. —Estaba pensando que Alex y Luna nos han ayudado mucho, así que podríamos hacer algo.

—¿Como qué? —pregunta sin dejar de leer los títulos de los libros.

—Pues no sé —dice haciendo un puchero, —tanto no había pensado.

—Hoy hemos quedado con ellas, ¿no? —se acerca y le susurra a Félix al oído. —¿Qué piensas? Luna me va a odiar pero no se va a negar —ríe.

—Y es probable que ni siquiera tengamos que proponerlo nosotros. Alex es muy ella y se le ocurren cosas de esas. Pero me da un poco de miedo lo que se le pueda ocurrir.

—Bueno, ya se verá en el momento, no creo que sean demasiado crueles. En el fondo nos quieren —Joel vuelve a reír, pasa un brazo por los hombros de Félix y lo acerca a su cuerpo.

El chico apoya la cabeza en el pecho de su novio y este deja un beso en su coronilla. Coge el par de libros que tenía que comprar y se dirigen a la caja.

—¿Tú tenías que comprar algo?

Félix sacude la cabeza con una pequeña sonrisa.

—¿Aprovechamos que estamos fuera para comprar el alcohol y la cena o cuando tengamos que ir a casa de Alex salimos un poco antes?

—Si supieras las ganas que tengo de besarte no estarías diciendo de seguir fuera de casa —murmura Joel.

Félix se relame y luego esboza una sonrisa que a Joel le pone la piel de gallina.

—Podías decir simplemente que querías ir a casa —ronronea.

—Quien diga que yo soy el pervertido es que no te conoce —suspira Joel negando con la cabeza.

—Eso es mentira y lo sabes —se ríe su novio. —Yo solo lo exteriorizo. Tú te lo guardas todo —para un segundo como si se le hubiese ocurrido la idea del siglo. Luego, se extiende por sus labios una sonrisa que de inocente no tiene nada. —Y ya sé cómo hacerte decirlo.

—No quiero saberlo —Joel tira de Félix para que empiece a andar y se mantenga a su lado—, vamos a casa, pervertido.

—Lo que ordenes, bombón —contesta rodeando su cintura con un brazo.


Poco antes de la hora de la cena, tocan el timbre de la casa de Alex.

—Ya era hora, chavales. Si no fuera porque traéis todo habríamos empezado sin vosotros.

—¿Qué estabais haciendo para llegar tan tarde? —Luna mira fijamente a Joel con una sonrisa torcida.

El chico se pone rojísimo y tartamudea algo incomprensible.

—Se nos ha ido la hora comprando —resuelve rápidamente Félix.

Cuando pasa veloz entre las dos chicas, estas se fijan en que tiene las orejas completamente rojas y comparten una mirada divertida. Siguen a Félix a la cocina y Alex va a curiosear en las bolsas en cuanto las deja encima de la mesa. Luna se asoma por encima de su hombro y Alex se traga un suspiro cuando siente el calor de su mano en la cintura.

—Dejad de cotillear y meted el alcohol en la nevera. Como no empecemos a cenar pronto las pizzas se van a enfriar.

—No somos nosotras las que hemos llegado tarde —le saca la lengua Alex.

—Ni simis nisitris lis qui himis lliguidi tirdi —repite Félix y luego hace una pedorreta en dirección a su amiga.

Alex le da una colleja floja y cuando el chico se vuelve hacia ella, se esconde detrás de Luna riéndose.

—Joeeel —lloriquea Félix yendo a por su novio— Alex se esta burlando de mí —en cuanto llega a él, hace un puchero y le abraza.

—Cielo, creo que eras tú el que se estaba metiendo con ella —se ríe a la vez que le acaricia el pelo.

—¡¡Paso!! —grita Luna para atravesar por en medio de los dos chicos y llevar las pizzas al salón.

—Totalmente de acuerdo —la secunda Alex. —Vosotros dos separaditos. Suficientes mimos os habéis dado antes de venir. No queremos un espectáculo +18.

—Como si a ti te fuera a dar un espectáculo de esos gratis. Já. Solo se lo daría a Joel.

—Mira, Joel, aprovecha —se burla Luna riéndose a carcajadas.

El chico se pone como un tomate y no es capaz de defenderse. Su cabeza se ha quedado tan en blanco que ni siquiera puede imaginar lo que Félix está insinuando.

En cuanto pone las cajas de pizza encima de la mesa baja, Luna se deja caer sobre el sillón. Alex lleva los vasos y Félix la sigue con los refrescos. Cuando este se va a sentar al lado de Joel, su amiga le chista y hace un gesto con el dedo para que se mueva.

—Porfaaa, prometo no hacer nada, solo sentarnos juntos. Como mucho recostarme encima suya. Te juro que nada de besos ni caricias raras —junta las manos y le pone ojitos.

—¿Cómo que caricias raras? Ahora sí que no.

—Oh, venga ya, ni que fueras mi madre —se queja y se cruza de brazos como un niño pequeño.

Durante toda la conversación, Luna se está riendo a carcajadas y casi se cae del sofá un par de veces.

—Déjale. Cualquier avance que piense hacer Joel lo parará porque si no se muere de la vergüenza. Cuando les tendrás que separar será cuando lleve un par o tres de chupitos encima.

Félix se lanza contra ella y deja un sonoro y exagerado beso en su mejilla.

—¡Gracias!

—Ten cuidado, que Joel es muy celoso —Luna le lanza una sonrisa entre maliciosa y divertida a su amigo y este tuerce el gesto. Nunca le ha gustado esa parte de sí mismo.

Félix se vuelve hacia el chico, todavía sentado encima de Luna. Le mira unos segundos con una mirada completamente enamorada. Se levanta, se sienta pegado a Joel y pasa sus piernas por encima de las del otro. Luego le coge la cara con ambas manos y le planta un beso que le deja sin respiración. Alex se lleva dos dedos a la boca y hace el gesto de vomitar. Luna suelta una carcajada.

—Ponemos algo que les corte el rollo ¿no? —le susurra Alex a Luna con una sonrisa de medio lado.

La chica se inclina sobre el reposabrazos y le hace un gesto con la mano para que se acerque. Alex pone la oreja y su amiga le susurra el título de una película. El choque de aire caliente le eriza todos los pelos de la nuca. Luna tiene que contener un suspiro cuando le llega el olor suave de Alex a la nariz. La chica se separa con una sonrisa de diablillo en los labios y pone la película que ha dicho Luna.

—Dios Alex, qué tenemos, ¿tres años? —se queja Félix separándose al momento de Joel.

—Si no quieres verlo puedes irte, nadie te retiene.

—¿Qué? Sí, hombre. Perderse Shrek es sacrilegio.

Se incorpora para coger un trozo de pizza y le pasa otro a Joel, que le agradece con un beso en la mejilla.

—Ugh, cómo podéis ser tan cursis.

—Qué quisquillosa. Solo lo dices porque tu no puedes liarte y estar así conmpf.

Joel le tapa la boca y le pega contra su pecho.

—Pollito, come y calla.

Félix hace un puchero y luego lame la palma de Joel, en un intento de que quite la mano.

—Sabes que eso no me afecta —le susurra al oído y cuando le nota estremecerse le libera.

—Oye, de poco ha servido. Tu amigo está desmadrao ¿eh?

—A lo mejor es que tu amigo le tienta demasiado —la saca la lengua Luna, divertida. —Le voy a tener que prohibir quedar con él, es muy mala influencia.

—Habéis puesto la peli para que la veamos ¿no? —las chista Félix. —Dejad de cuchichear que no se escucha.


—Malibú y Ron miel —comenta Alex apareciendo con una botella en cada mano por la puerta del salón. —Empezamos con el Malibú, ¿no? ¿Y si jugamos a yo nunca o algo así?

Félix le da un ligero codazo a Joel y le lanza una mirada que es un “te lo dije” sin palabras.

Luna arruga la nariz, no del todo conforme con el juego propuesto.

Alex deja las botellas encima de la mesita y luego se va a por los cuatro vasos de chupito que había metido en el congelador.

—Yo primera —dice Alex mientras se sirve.

Deja la botella encima de la mesa y se da unos golpecitos en el labio inferior, pensando. Los demás se turnan para llenar sus copas.

—Yo nunca… mmm… yo nunca he salido de España.

Joel y Luna se llevan el vaso a los labios y lo vacían.

—¿De verdad? ¿A dónde? —pregunta Félix con los ojos muy abiertos.

—Roma, el viaje de fin de curso del bachillerato.

—Ese que nosotros no hicimos porque no nos llevábamos con nadie del curso, Félix.

El chico hace una cara extraña.

—¡Mi turno! —grita enseguida. —Yo nunca… he fingido estar enfermo para saltarme clases.

A Alex se le atraganta una risa que hace derramar unas gotas de alcohol a Luna. En cuanto termina de llenarlo, le pasa la botella a Joel y levanta el vaso como si estuviese brindando. Se lo lleva a los labios y lo vacía hasta la última gota. Joel se ríe y la imita. Alex tarda unos segundos más, como haciendo memoria.

—¿Seguimos con las cosas del instituto? —pregunta Joel. —Yo nunca he hecho nada para que me pongan un parte.

Alex y Luna se llevan el vaso a los labios a la vez.

—Por liarme con una compañera en un recreo. Nuestro instituto era un poco conservador, ¿verdad?

Félix asiente con cara de exasperación. Luego mira a Luna, esperando por su explicación.

—Por preguntar una cosa en clase. Me mandaron a dirección, pero le caía bien a la jefa de estudios y cuando le explique lo que había pasado me preguntó que si el profesor me tenía manía. No me puso el parte.

Félix se empieza a reír descontroladamente, tirándose hacia atrás y ocupando todo el sillón.

—Yo nunca… —empieza cuando Félix se ha calmado un poco y se ha incorporado. Todavía está soltando risitas por lo bajo cuando Luna frunce los labios, intentando que se le ocurra algo.  —Yo nunca he contestado mal a un profesor —se encoge de hombros y hace una mueca, no del todo conforme con lo único que se le ha ocurrido.

Con una risilla similar a la de Pulgoso de Los autos locos, Félix se lleva el vaso a los labios.

—Fue sublime —apunta Alex.

—Oh dios, mi novio era un macarra.

—En mi defensa diré —empieza, intentando sonar solemne. No lo consigue porque se le siguen escapando risillas al recordar la situación, —en mi defensa diré que se lo merecía. Era un profesor malísimo que se metía con nuestros compañeros y compañeras y a mí me decía todos los días que le parecía muy maricón y que tenía que hacer algo para arreglarlo. Al final le conteste —se encoge de hombros con una sonrisita satisfecha.

Joel le mira con adoración y en el suspiro que se le escapa parece gritar te amo.

—Yo nunca he tenido un crush con alguien que no conozco —salta Alex casi en cuanto Félix termina de hablar.

Félix la saca la lengua y bebe a la vez que su novio. Se miran y Joel se pone colorado casi al instante.

—¿¡Te molé desde el principio!? —exclama con tanto énfasis que se pone de rodillas sobre el sillón.

—Desde que te vi en la cafetería completamente frustrado porque no entendías algo de lo que tenías que estudiar —murmura completamente avergonzado.

—En el fondo eres un romántico, Joel —se mete con él Alex.

Luna se ríe y asiente, totalmente consciente de todo ello. Fue la primera en saber, incluso cuando su amigo todavía no se había acercado a ese chico que tanto le llamaba la atención.

—Yo nunca me he liado con una chica —dice Félix mientras llena su vaso.

—¡¡Mentiroso!! —grita Alex.

Félix esboza una sonrisa de diablillo.

—Salió del armario un par de años después. Es un chico trans. Por algo me llamaba la atención, era un chico.

Alex chasquea la lengua y bebe junto con Luna.

—Yo nunca… he salido del armario con mi familia.

El resto se lleva el vaso a los labios. Se hace un silencio extraño en el que cada uno parece estar sumido en sus recuerdos.

—¿Cuando terminemos esta botella pasamos a verdad o reto? —rompe la tensión Alex.

Luna suelta un quejido de protesta. Félix parece iluminarse según va escuchando a su amiga.

—También podemos empezar ya —propone Félix con una sonrisa enorme.

Joel le coge de la cintura y le acerca a su cuerpo mientras Luna hace pucheros por el juego propuesto.

—Si te emocionas tanto Alex va a acabar sospechando que tramas algo —le susurra al oído.

—Mírala. ¿De qué se va a dar cuenta si no tiene ojos para nada más que tu amiga?

Joel le observa un segundo y luego desvía la mirada hasta las chicas. Luna tiene una sonrisa pequeña, de las más sinceras que pone cuando está con gente a la que quiere, y Alex la mira como quien contempla a una diosa que ha bajado a bendecir toda tu existencia.

—De todas formas, no las hagas confesarse. Abrazos y besos bien, abrazos mejor que besos —puntualiza— pero no las obligues. Si ellas sacan el tema no podemos hacer nada, pero no lo hagas tú. Luna puede cerrarse en banda y entonces las dos sufrirán.

—La conoces muy bien.

—Bueno, sería muy mal amigo si no la conociese ¿no? Llevo con ella desde parvulitos.

Félix sonríe, totalmente enamorado de esa parte de su novio y deja un beso suave sobre sus labios antes de separarse de él.

—Alex —grita— verdad o reto.

—¿¡Qué!? No, no, le toca a Luna.

—Puede empezar Félix, ¿eh? Yo no tengo ningún problema —se defiende enseguida la aludida.

—Aleeex —canturrea Félix con una sonrisa que no augura nada bueno.

—Reto —suspira.

—Ponte la lencería más sexy que tengas.

Luna se atraganta y siente su corazón a mil. Se lleva la mano a la cara, intentando tapar lo máximo posible y que no se note el sonrojo que ha subido a su rostro.

—No estoy lo suficiente borracha para eso —contesta aparentemente impasible mientras llena su vaso con el contenido de la otra botella. Se lo bebe de un trago y le da la vuelta al vaso —Siguiente.

Félix chasquea la lengua y hace un puchero.

—Joel, te toca.

—¿Y por qué no mejor para que sea aleatorio la elección se hace girando una botella?

Su novio se encoge de hombros y Luna asiente.

—Bueno —accede Alex pasándole la botella vacía.

Joel la hace girar. Félix.

—Verdad o reto.

—Reto.

—Ponte una camiseta y unos pantalones cortos de Alex.

—Pfff ¿y eso es un reto? Si quieres me puedo poner hasta un tanga de encaje.

—¡Oye! Mi ropa vale, pero mi ropa interior no, que me la das de sí.

Joel se sonroja, intentando con todas sus ganas no imaginar nada. Félix se incorpora y, antes de levantarse del todo, se acerca a Joel y le susurra al oído.

—Si quieres un día podemos ir a comprar… ciertas cosas —propone con voz sugerente y melosa.

Se levanta moviendo las caderas y Joel tiene que agarrarse al sofá para no perseguirle. A los minutos aparece Félix por la puerta del salón con unos pantalones tan cortos que casi se le ve el bóxer y un crop top teñido a mano con la bandera lesbiana en colores pastel.

Jodío, que le quedan los pantalones mejor que a mí —murmura Alex.

Joel traga saliva y lo primero que piensa es que ha sido una mala idea ese reto.

—No te termina de pegar esa bandera —comenta Luna con una sonrisa de medio lado.

—¿Verdad? Pero era lo más gay que he encontrado —contesta Félix divertido.

Mira a su novio, que se tapa la cara pero no le quita los ojos de encima.

—Perdona pero te recuerdo que todo lo mío es muy gay —Alex le saca la lengua, fingiendo estar ofendidísima.

—Creo que puedes quitarte eso ya, antes de que a tu novio le dé un cortocircuito o un síncope por falta de sangre en el cerebro —Luna se lo está pasando pipa con las reacciones de su mejor amigo.

Félix parece tardar un par de latidos en darse cuenta de a que se está refiriendo la chica. Vuelve a fijarse en Joel. Está rojo hasta las orejas. Baja la vista y ve que en el regazo ha colocado un cojín que mantiene apretado hacia abajo. Siente su cara ponerse muy caliente y tartamudea antes de salir disparado a la habitación de su amiga para cambiarse de nuevo.

En lo que vuelve el chico, Luna hace girar la botella. Joel.

—Verdad o reto.

—Verdad.

Luna frunce los labios. Lo conoce demasiado y conoce demasiado poco a Félix como para saber qué puede querer saber él.

—Planes de futuro —el tono de Luna es ligeramente desafiante y Joel sabe por qué.

No quiere que beba. Pero si habla demasiado también puede cagarla. Si dice más de lo que Félix está dispuesto a dar ahí se puede acabar todo. También puede asustarle si cuenta los planes a más largo plazo. Se muerde el labio y suspira.

—Encontrar una casa que le guste a Félix y mudarme allí con él. Terminar la uni y conseguir trabajo como psicólogo, a ser posible en temas LGTB. Compartir todos mis logros con Félix y con vosotras. Celebrar los suyos también. Y los vuestros, claro —aclara apurado. —Y… —duda en continuar hablando, temiendo que sea demasiado. —Y si Félix quiere, casarme con él algún día.

Su novio le mira con la boca abierta. Antes de que Joel pueda pensar siquiera que la ha cagado, este se lanza contra él y le da un beso que no se esperaba.

Alex gira la botella. A Joel se le tensa la expresión cuando se acerca lentamente la boca de la botella en su dirección hasta que pasa y para señalando a Félix. Alex esboza una sonrisita de diablillo que hace tragar a su amigo.

—Verdad —vocaliza antes de que Alex pregunte.

—¿Qué piensas de Joel?

—¿No es obvio? Le quiero, es mi novio.

Alex alza una ceja y Félix sabe que quiere la respuesta extensa. Que le cuente la respuesta extensa a Joel. Pero se niega a hacerlo exactamente como ella quiere por lo que baja la vista. Siente las orejas demasiado calientes.

Lo primero que me llamó la atención fue su físico, esa piel morena tan cálida y que era tan alto y esos brazos… Siempre pensé que sus abrazos se debían de sentir realmente bien. Y sus facciones son bonitas, ni demasiado suaves ni demasiado duras. Y luego que su personalidad como que no termina de concordar con su cuerpo porque es muy atento y muy dulce y trata a todos muy bien y es muy dulce y cuando me ayudó con lo que no entendía su voz era hipnótica, muy suave y lo hizo sin querer nada a cambio —habla sin respirar. Y es tan decidido cuando quiere algo. Se le mete entre ceja y ceja y no para hasta que lo consigue. Excepto si va a hacer daño a alguien por el camino. Que entonces para y piensa si le renta y si lo puede conseguir de otra manera. Y es muy divertido, siempre me hace reír cuando lo necesito y tiene un aura relajante que hace que la gente confíe en él. Parece que siempre sabe qué decir en el momento justo para que todo se calme y aunque él no quiera tiene un poco de alma de líder y siempre le escuchan todos pero aún así no abusa de ello y tampoco hace que eso se sienta solitario.

Para para coger aire. Cuando vuelve a abrir la boca, Alex le corta.

—Va, no hace falta más, que puedo ver corazoncitos flotando a tu alrededor.

Se queda un segundo en blanco, hasta que se da cuenta de todo lo que ha dicho. En seguida se pone de un rojo brillante y se esconde detrás de un cojín.

Joel se acerca medio gateando por el sofá hasta su novio y lo acerca a su cuerpo al abrazarlo. Félix se hace una bolita alrededor del cojín pero no se resiste.

Joel se incorpora como puede sin soltar a Félix y hace girar la botella. Alex. 

—Verdad.

—¿Os ha dado a todos ahora o qué? —se ríe Luna.

Antes de que pueda pensar una pregunta Félix le susurra al oído. Joel frunce el ceño un segundo y en seguida niega con la cabeza.

—No voy a preguntarla eso.

Félix hace un puchero y se apoya de nuevo en el hombro de Joel.

—Lo mismo que le has preguntado a Félix. Qué piensas de la chica que te gusta.

Los colores pálidos del pelo de Alex hacen que el rojo del que se tiñe su cara sea aún más notorio. Pasa un mano por el pelo, en un intento de calmarse que lo deja más desordenado de lo que ya estaba.

—Pues… me gusta mucho la tranquilidad que emana. Hace todo con mucha calma. También me gusta mucho cuando observa algunas cosas porque parece que ve más allá que las personas normales. Siempre huele muy bien y eso suele hacer que quiera abrazarla, aunque intento contenerme porque creo que no le gusta mucho el contacto físico. Sus rizos me gustan más de lo que estoy dispuesta a admitir. Me gusta que parece impasible pero defiende con uñas y dientes lo que le gusta y a quienes quiere —se queda callada un momento, pensando más cosas que decir sin que sea demasiado evidente de quién se trata.

Tiene demasiado miedo de que la rechace porque una cosa es ser amigas y otra ser pareja.

Félix se revuelve, dando por terminado el turno, y hace girar la botella. Luna. Alex la mira alzando una ceja, desafiándola a que elija verdad. Luna chasquea la lengua.

—Reto.

Félix se ilumina.

—Besito —sonríe perverso— a Alex, en los labios. Te dejo que sea un pico.

Luna se queda helada unos segundos eternos, procesando lo que ha escuchado. Luego tropieza al levantarse y casi se cae encima de Alex. Esta la sostiene, pero se resiste a soltarla cuando vuelve a estar estable. Luna traga, sintiendo las manos húmedas y el pulso en la garganta. Escucha tan fuerte su corazón en los oídos que está segura que el resto también puede escucharlo. Nunca había estado tan nerviosa por besar a alguien. Lleva una de las manos a la nuca de Alex y desliza sus dedos entre el pelo corto de la chica. Está más suave de lo que esperaba y se recrea en el tacto un segundo más de lo que debería. Los labios de Alex son suaves y esponjosos y se sienten mucho mejor de lo que había imaginado. Cuando entreabre los labios y Alex corresponde, se acuerda de que su amiga ha dicho que estaba enamorada de una chica y que Félix había dicho un pico. Vuelve a tropezar cuando se separa de ella con prisa y se choca contra el sofá en el que estaba sentada en sus ansias de alejarse de esa tentación que se han convertido esos labios.