—Voy al baño un momento —murmura Alex. —Puedes ir poniéndote el pijama. Sabes dónde está, ¿no?
Luna asiente y Alex sale a toda prisa de la habitación. Cierra la puerta del baño y se apoya en ella.
—Oh dios, oh dios, oh dios —murmura tan rápido que casi se traba. —Dioooos, cómo no he podido pensar en eso. ¿Estamos tontos o qué? Es obvio que si los chicos duermen juntos, nosotras íbamos a tener que dormir juntas. ¿Cómo no he podido pensar en eso? Y Luna tampoco ha dicho nada —se le escapa un puchero— ojalá no sea porque le da exactamente igual dormir conmigo —para bruscamente, al darse cuenta de lo que ha dicho, se pone totalmente colorada— ejem, dormir. En la misma cama.
Se acerca al lavabo pasándose las manos por el pelo desesperada. Cuando se mira al espejo tiene cada mechón disparado hacia un lado. Abre el grifo suspirando y forma un cuenco con las manos. Se lava la cara en un intento de serenarse y luego se pasa las manos mojadas por el cuello y el pelo. Se seca con una toalla e inspira hondo tratando de calmarse. Desbloquea la puerta y aún así se queda unos segundos con la frente apoyada en ella, sin abrir. Da un brinco y casi se resbala cuando escucha dos golpecitos en la puerta.
—¿Alex? Llevas ahí un rato, ¿estás bien? Si… Si te incomoda puedo dormir en el sofá —su voz se va a apagando, como si no quisiera proponer esa idea.
—¿¡Qué!? —abre la puerta tan de golpe que Luna se sobresalta —¡No! No. No no, no es eso. En todo caso tendría que ser yo la que tendría que ocupar el sofá.
Luna alza una ceja.
—No seas tonta, es tu habitación y tu cama. Vamos —termina haciendo un gesto con la mano para que la acompañe de vuelta a la habitación.
—¿No tienes miedo de que te ataque? Te recuerdo que soy lesbiana, me van las chicas.
—Y yo soy bi. ¿Y qué? Podría decirte lo mismo. Ni creo que te vayan todas las chicas ni eres como esos tíos gilipollas y machistas que se creen que somos de su propiedad y que pueden hacer lo que les venga en gana —la observa detenidamente, la cabeza gacha, los ojos al suelo, los brazos cruzados con los puños apretados. —Y si es algo que te dijeron, la chavala no tenía ni puta idea —la voz de Luna se endurece, lo que sorprende a Alex lo suficiente como para que levante la cabeza y la mire con los ojos muy abiertos. —Vamos a la cama anda, ya es bastante tarde. Ante todo eres mi amiga, sé que no harías nada con nadie si no es con consentimiento.
Alex la abraza con fuerza, y ahora la sorprendida es Luna. Nunca la había abrazado tan estrechamente y tiene que reconocer que se siente demasiado bien. Alex murmura un gracias que casi no llega a los oídos de su amiga. Luna deja un beso en la sien, donde más cerca le pilla. Siente que se relaja entre sus brazos y ya no la rodea con tanta fuerza pero no hace nada por separarse. Luna acaricia su espalda con una mano y con la otra el pelo, haciendo pequeños círculos con los dedos cerca de la nuca.
—Gracias —vuelve a repetir Alex a la vez que se separa suavemente de Luna.
—No hay que darlas —niega la chica sacudiendo la cabeza. —Estoy para lo que necesites.
—Es de bien nacidos ser agradecidos —sonríe Alex poniéndose de puntillas y dejando un beso demasiado cerca de la comisura de los labios de Luna.
Después, se aleja como si no hubiera pasado nada y se mete en la cama con toda la tranquilidad del mundo. O al menos aparentemente. Luna se queda petrificada en el sitio. Si no se esperaba que Alex la abrazase, menos se esperaba aún que la diese un beso. Y tan cerca de los labios. Si no creyera que es imposible que lo esté haciendo a posta, pensaría que está tratando de volverla loca. ¿De qué? No lo sabe. Pero definitivamente volverla loca. Se acuesta al lado de Alex. Ella se remueve al notar que el colchón se hunde. Siente su calor en el brazo que está casi tocando su espalda y escucha su respiración. Todavía no está dormida pero no parece que vaya a tardar mucho. Luna se pregunta si ella podrá dormirse con Alex tan cerca.
La despierta la luz que entra en la habitación y el ruido que hace Alex al levantarse y cambiarse de ropa.
—Buenos días —la saluda cuando se da cuenta de que ha abierto los ojos.
Luna la mira con los ojos entrecerrados y le da la sensación de que la chica brilla. Aunque por el contraluz ve poco más que su silueta, puede adivinar la sonrisa que se dibuja en sus labios y que llega hasta sus ojos. Cree imaginarse la dulzura con la que la mira porque no ha visto nunca que una chica mire así a una amiga.
—Buenos días —consigue saludar cuando deja de sentirse como un conejillo deslumbrado.
Alex se agacha a la altura de su cabeza, que sigue apoyada en la almohada, y la observa con un brillo pícaro en los ojos.
—Estaba pensando —esboza la sonrisa que dice “necesito un cómplice para este plan”— que ya que nos hemos levantado bastante pronto, podíamos aprovechar y hacer tortitas. De chocolate.
Una sonrisa perezosa se extiende por los labios de Luna. ¿Por qué cualquier plan que salga de la boca de Alex suena tan maravillosamente bien? Sabe que no tiene ni que contestar porque su amiga ya se está poniendo en pie de un brinco.
—¡Vamos, vamos!
—Dios, ¿cómo puedes tener tanta energía tan pronto por la mañana?
Alex se encoge de hombros con una sonrisa y coge sus manos para tirar de ella y levantarla. Luna se deja arrastrar y sale de la cama. Coge una goma del pelo de la mesilla de noche y se hace un moño medio deshecho, dejando al aire la nuca rapada y el tatuaje que suele hipnotizar a Alex. La acompaña a la cocina y la ayuda a sacar los ingredientes que necesitan mientras la otra chica saca los cuencos. Tiene que llamarse la atención mentalmente varias veces cuando se queda atontada mirando la silueta de un gato que Luna tiene tatuada en el dorso de la mano, como rodeando su dedo gordo.
En pocos minutos tienen la masa hecha, pese a la insistencia de Alex en echar más cacao. Luna nota que Alex de verdad tiene hambre, porque no hay harina por la ropa y pelo de ambas ni desperdigada por la encimera.
—Ahora dice que hay que esperar, podemos ponernos un capítulo de alguna serie —propone Alex.
—¿Y qué vemos? —pregunta Luna siguiéndola al salón con pasitos cortos.
—Teníamos pendiente Carol & Tuesday, podemos aprovechar.
Lo primero que ve Félix cuando abre los ojos es la cara dormida de Joel. Tiene las facciones completamente relajadas y los labios ligeramente entreabiertos. Le acaricia la mejilla con las yemas de los dedos antes de pensar en lo que está haciendo. Las pestañas de Joel aletean y arruga la nariz, y Félix aparta la mano asustado.
—Buenos días —murmura haciendo que se tense por un segundo.
Joel abre los ojos lentamente y le dedica una sonrisa todavía medio dormida. Aprieta el abrazo que tiene alrededor de la cintura de Félix. El calor corporal de Joel lo pone nervioso y antes de poder pensar en lo que está diciendo ya ha pronunciado las palabras.
—Babeas cuando duermes.
—Eso es porque estaba soñando contigo —contesta casi al momento con una sonrisa de medio lado.
Pese al desparpajo con el que responde, Joel se limpia la comisura del labio disimuladamente. Solo por si acaso. ¿Quién no quiere verse perfecto delante de la persona que le gusta?
—Oye… —la voz de Félix suena amortiguada. Se ha escondido en el hueco del cuello de Joel y no parece tener muchas intenciones de salir dentro de poco. —Lo de anoche… no fue un sueño, ¿verdad?
—Félix —susurra Joel con la voz más grave y un poco ronca en el oído del otro chico —¿Me concederías el honor de ser tu novio?
Él se estremece al escucharle tan cerca. Levanta la cabeza a toda velocidad cuando cae en lo que le ha pedido. Joel le mira expectante y rezando internamente por que no reconsidere lo que dijo ayer. Félix se estira hasta alcanzar los labios de su ahora novio y Joel suspira. Se pega todavía más a él y le devuelve el beso con ganas. Rueda hasta quedar encima de él, con cuidado de no aplastarle.
—Te he echado mucho de menos —susurra sobre los labios de Félix.
—Y yo a ti —contesta besándole de nuevo. —Me estaba volviendo loco creyendo que ahora me odiarías.
Joel le calla con un beso y cuando habla después sus labios se rozan.
—No podría. Me gustas demasiado.
Félix enreda sus piernas con las de su novio y le abraza, pegándose como una lapa.
—Te quiero, te quiero mucho —dice dejándole besitos por toda la cara entre palabra y palabra.
Joel se ríe cuando le hace cosquillas. Enmarca su cara con las manos, haciendo que pare y le mire fijamente. No tarda ni un parpadeo en volver a unir sus labios con los de Félix. Él le recibe con gusto y lleva sus manos a la nuca de Joel. Hunde sus dedos en su pelo y ni piensa en dejar que se separe más que para coger aire.
—No dejemos que vuelva a pasar esto, por favor —pide Joel desesperado. —No quiero pasar otra vez por la incertidumbre de no saber si voy a poder seguir a tu lado.
—Hablamos. Cuando pase algo hablamos. Y no nos comemos la cabeza.
A Joel le entra la risa floja de puro alivio.
—Dios, de verdad que te quiero demasiado.
Y vuelve a besarle con una lentitud y un amor que hacen que Félix pierda la cabeza.
—Estas dos van a acabar siendo novias —comenta Alex poco antes de acabar el capítulo.
—Yo no estaría tan segura.
—Te digo que van a acabar siendo novias y nadie me va a bajar de este barco —insiste Alex.
—Y yo te digo que no te hagas ilusiones por si acaso —la sigue pinchando Luna.
—Eres muy mala —Alex hace un puchero y se lanza encima de ella.
—¿Yo? Solo soy realista. ¿O tengo que recordarte Volt…?
No es capaz de terminar el título de la serie porque Alex le empieza a hacer cosquillas y se le escapa una carcajada.
—Sabes que está completamente prohibido nombrar esa serie en mi casa. Esa serie no existe. Solo ha sido una mala pesadilla.
Luna empieza a reírse descontroladamente, por la combinación de lo que ha dicho su amiga y las cosquillas que le está haciendo. Se revuelve, tratando de sacársela de encima.
—Espera. Tiempo —jadea.
Alex se desconcentra un segundo y es el que aprovecha Luna para coger sus manos y que paren sus cosquillas unos momentos. Pero solo es lo justo para que pueda tomar aire. Alex vuelve al ataque en seguida. Luna intenta coger sus manos de nuevo pero la chica la esquiva como si llevase toda la vida entrenando. Al final, Luna consigue inmovilizarla, atrapando las manos de Alex en la espalda de esta. Ambas tienen la respiración agitada y cuando esta choca contra los labios de su amiga, es el momento en el que se dan cuenta de la cercanía de sus cuerpos. Luna se relame los labios, sintiendo de pronto la boca demasiado seca, y los ojos de Alex vuelan a ellos. Su respiración se atasca un segundo. Mirarla a los ojos la hechiza, haciendo que no quiera alejarse nunca de ahí. Ninguna de las dos se da cuenta de que Luna afloja el agarre en las muñecas de Alex y simplemente deja descansar sus manos en su espalda baja. Si alguna de las dos fuese capaz de pronunciar palabra, están seguras de que sus labios se rozarían al hablar.
—Ouch, ¿por qué te has parado? Eres como una pared, ¿lo sabías?
Alex sabe que nunca se ha movido tan rápido como en este momento. Luna desvía la mirada, incapaz de mirar a nadie a la cara. Los ojos de Alex observan un segundo a los dos chicos que están parados en la puerta del salón y en seguida aparta la mirada, poniéndose tan roja como ha llevado alguna vez el pelo.
Félix se frota la nariz y asoma la cabeza por un costado del cuerpo de Joel, que le tapaba la visión de todo lo que ha pasado. Observa el panorama un segundo y luego mira a su novio preguntándole sin palabras que qué ha pasado. Este carraspea, pensando en qué decir.
—¿Habéis desayunado?
—No —Alex se levanta a toda prisa. —Os estábamos esperando, hemos hecho la masa para hacer tortitas de chocolate, solo falta hacerlas en la sartén.
Joel, ya es la segunda jodida vez que pasa esto
Voy a empezar a interrumpirte cuando estes con Félix
El aludido suelta una carcajada cuando lee los mensajes y va a por ella, que se había quedado sentada en el sofá.
—No me odies demasiado —se ríe. —Sabes que no lo he hecho aposta. Además, ¿qué harías si te acabas besando con ella?
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